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Vol. 44. Núm. 1.enero - febrero 2024
Páginas 1-118
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Carta al Director
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Elevación de reactantes de fase aguda tras el trasplante renal de causa no infecciosa
Increase of acute-phase reactants after kidney transplantation of non-infectious cause
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Alicia López Abada,
Autor para correspondencia
alicialopezabad@gmail.com

Autor para correspondencia.
, Santiago Llorente Viñasb, Pedro López Cubillanaa, Santiago Llorente Estebanc, Laura Aznar Martíneza, Natalia Vidal Crespoa, Guillermo Antonio Gómez Gómeza, Juan Bernardo Cabezuelo Romerob
a Servicio de Urología, Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, El Palmar, Murcia, España
b Servicio de Nefrología, Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca, El Palmar, Murcia, España
c Graduado en Farmacia, España
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Sr. Director:

Aunque se ha observado un aumento de los reactantes de fase aguda en pacientes receptores de trasplante renal que han recibido tratamiento con OKT3, no hay mucha información sobre si otros fármacos inmunosupresores pueden producir alteraciones similares. El objetivo de este estudio es explorar si el tratamiento con timoglobulina podría inducir en estos pacientes un aumento de procalcitonina (PCT) de tipo no infeccioso.

Para responder a esta pregunta, se ha realizado un estudio observacional prospectivo incluyendo 33 pacientes consecutivos, receptores de trasplante renal de donante cadáver. En 14 de estos pacientes se añadió al protocolo de inmunosupresión timoglobulina, para tratar el rechazo agudo (4 pacientes), como profilaxis de este en pacientes hiperinmunizados (5 pacientes) o para reducir la dosis de inhibidores de la calcineurina en pacientes con alto riesgo de rechazo del injerto (5 pacientes). Se ha realizado una monitorización de los pacientes entre los días 7 y 30 tras el trasplante. Se han determinado los niveles cuantitativos de PCT y proteína C reactiva antes del tratamiento inmunosupresor y a las 12h, 24h, 72h y 7 días de su inicio. Se ha observado que el tratamiento con timoglobulina aumenta considerablemente los niveles de PCT en estos pacientes (figs. 1 y 2). Es destacable que solo uno de estos pacientes tuvo una infección del tracto urinario por Enterococcus spp. y que en 2 pacientes se sospechó inicialmente un cuadro de sepsis debido a la presencia de niveles de PCT>100, que se descartó ya que ninguno de ellos mostró alteraciones hemodinámicas ni ningún otro signo o síntoma de infección activa. El resto de los pacientes tratados con timoglobulina presentó niveles elevados de PCT sin clínica infecciosa ni elevación de otros parámetros que pudieran indicar infección (leucocitosis, velocidad de sedimentación elevada, alteración de la coagulación, etc.). Por el contrario, los niveles de PCT fueron normales en los 19 pacientes restantes que no recibieron timoglobulina.

Figura 1.

Evolución temporal media de procalcitonina (PCT) comparativa entre los 2 grupos de pacientes: trasplantados renales que han recibido timoglobulina y trasplantados que no han recibido este tratamiento. tx: trasplante.

(0.11MB).
Figura 2.

Evolución temporal media de proteína C reactiva (PCR) comparativa entre los 2 grupos de pacientes: trasplantados renales que han recibido timoglobulina y trasplantados que no han recibido este tratamiento. tx: trasplante.

(0.12MB).

La PCT es uno de los biomarcadores más valiosos y evaluados en casos de sepsis de origen bacteriano o fúngico1. Durante las infecciones, sus niveles plasmáticos pueden superar los valores determinados como normales en incluso más de 1.000 veces2, de modo que, en los cuadros de sepsis, se ha establecido una correlación entre el valor de la PCT y la gravedad de esta3.

Los esquemas inmunosupresores de alta dosis (terapia antirrechazo, terapia de inducción) y, en particular, la administración de anticuerpos de células pan-T (timoglobulina) utilizados en pacientes trasplantados se asocian con un mayor riesgo de infecciones causadas por bacterias y hongos cuyo diagnóstico es, en muchas ocasiones, difícil4. La monitorización de la PCT en estos pacientes también ha demostrado ser de gran interés, pues, de forma similar a lo que se observa en la población general, se observa en ellos un aumento de la PCT en el caso de infecciones bacterianas o fúngicas, a pesar de la terapia inmunosupresora que reciben, sin que la alteración de la función renal afecte a la tasa de eliminación natural de PCT5.

En nuestros pacientes, parece que el uso de timoglobulina produce un aumento de los niveles de PCT de forma temporal, con nivel máximo a las 24h de la administración. Los niveles de PCT no parece que se correlacionen con la dosis de timoglobulina recibida por el paciente (incluso una dosis única de timoglobulina de 100mg aumenta la PCT). Observamos que los niveles de proteína C reactiva también aumentan en paralelo a los niveles de PCT en estos pacientes, pasando desapercibidos en la mayoría de los casos y secundario a la intervención quirúrgica o al proceso inflamatorio de rechazo agudo. Sin embargo, los niveles de proteína C reactiva alcanzan>20mg/dL en pacientes con un nivel más alto de PCT.

Esta elevación también se ha notificado en un paciente con diagnóstico de melanoma metastásico tratado con inhibidores de la RAF e inhibidores de las cinasas MEK1 y MEK2 (dabrafenib y trametinib)6. Otros autores han observado un aumento de PCT y fiebre en pacientes con cáncer de órgano sólido (en ausencia de infección), así como pacientes con cáncer de órgano sólido con PCT en el rango normal y cultivos positivos7–9. Si bien la elevación de la PCT es mayor y más específica en infecciones bacterianas y fúngicas, también se sintetiza sistémicamente en otras situaciones como cirugías, pancreatitis y traumatismos graves, posiblemente por translocación intestinal de lipopolisacáridos u otros productos bacterianos. Este mecanismo podría ser la causa de la elevación observada en pacientes tratados con inmunomoduladores10.

En conclusión, estos datos apoyan la evidencia de que unos niveles elevados de PCT en pacientes con trasplante de riñón tratados con timoglobulina pueden no ser un buen indicador de infección. Es de gran utilidad confirmarlo mediante la evaluación de otros signos o síntomas clínicos antes de iniciar cualquier tratamiento.

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