Agradecemos el interés suscitado por la publicación de la experiencia acontecida en nuestros centros. Aunque en nuestra publicación solo se muestran los datos de 4 centros, somos conscientes de que fue una situación sufrida a nivel nacional1. Incluso en la misma comunidad autónoma de Madrid, otros centros también han presentado su experiencia2.
En este mismo número de la revista de Nefrología, González Sanchidrián et al.3 exponen la evolución de sus afectados, mostrando unos resultados semejantes a los nuestros. Como bien describen, el aspecto más crítico fue detectar de forma inmediata la presencia de un germen atípico como causante de una complicación. Esto puso en marcha los mecanismos de seguridad que presentan todos los centros, con especial hincapié en la importancia de la implicación por parte de los servicios de medicina preventiva4.
Este tipo de germen, aunque descrito como agente de brotes epidémicos, es excepcional en la colonización de los catéteres para diálisis5,6. La presencia de más de un paciente afecto en tan corto periodo de tiempo se debe considerar como potencialmente de alto riesgo y se debe investigar un origen común. Todos los centros afectos realizaron las medidas razonables de detección, resolviéndose la situación una vez el foco fue confirmado. La presencia del antiséptico en todos los casos y su verificación en las muestras remitidas permitió la correcta identificación del foco.
Desde un punto de vista práctico en la mayoría de los centros se procedió al tratamiento empírico con cobertura antibiótica de amplio espectro, reajustando el tratamiento final según antibiograma. En general, el sellado del catéter fue un hecho común con el objetivo de eliminar la posibilidad de que el biofilm actuase de reservorio.
En nuestra experiencia, la necesidad de retirar el catéter fue mínima, pese a una alta tasa de ataque. Las actuales guías del acceso vascular establecen unos factores de riesgo para la retirada de los mismos, dada la trascendencia de esta decisión en algunos pacientes, donde puede ser el último acceso vascular disponible7,8. Con las distintas pautas de tratamiento adoptadas en nuestros centros, no fue necesario la retirada de ningún catéter, no se observó ninguna complicación mayor, ni hubo fallecimientos por este motivo durante el seguimiento. En otros centros la tasa de retirada fue mayor, probablemente condicionado por una mayor severidad del cuadro y por la dificultad en la identificación del foco de infección.
Finalmente, aunque no es el objetivo del estudio, sí que es relevante recalcar la trascendencia de ser portador de un catéter tunelizado como factor de riesgo de morbimortalidad claramente diferenciado. Aunque es posible que en un número importante de pacientes su uso sea ineludible, por diferentes condiciones, esto no debe ser un impedimento para poner en marcha todas las estrategias a nuestra disposición para minimizar su necesidad. La colaboración entre los servicios de radiología, cirugía vascular y nefrología es crucial para que la presencia de catéteres tunelizados sea la mínima imprescindible9.
Estas situaciones atípicas ponen a prueba nuestros protocolos y medidas de seguridad en la práctica clínica habitual. La vigilancia y la reevaluación de nuestros procedimientos son clave para minimizar las consecuencias de complicaciones imprevistas. La iniciativa de reclutar la experiencia de todos los centros nacionales afectos sería de especial relevancia y podría resultar en un mejor conocimiento de un fenómeno excepcional, pero de potencial trascendencia.