Sr. Director:
El síndrome de Takotsubo, miocardiopatía de estrés o discinesia apical transitoria, es un cuadro muy infrecuente consistente en un fallo cardíaco agudo reversible. Se da típicamente en mujeres de edad media, tras situaciones de intenso estrés psicológico o físico1.
Descrito en los años noventa, consiste en una miocardiopatía adquirida que simula en todos sus aspectos clínicos, analíticos, electrocardiográficos y ecocardiográficos a un infarto agudo, habitualmente apical2. Se suele presentar como un cuadro de insuficiencia cardíaca aguda, con dolor torácico típico o atípico. Se acompaña de alteraciones del segmento ST y/o la repolarización en el electrocardiograma (ECG) y curva positiva de troponinas. El ECOCARDIOGRAMA muestra una disfunción miocárdica grave con disminución de la fracción de eyección. Sin embargo, los estudios de detección de isquemia coronaria (ergometría de esfuerzo o coronariografía) son, por definición, negativos3.
Las teorías etiopatogénicas más aceptadas hablan de espasmos microvasculares transitorios por descarga catecolaminérgica en pacientes predispuestos. Estudios más recientes abogan por una teoría neurocardiogénica4.
El pronóstico es casi siempre benigno, con recuperación completa de la función miocárdica, y una tasa de recurrencias del 2-10%5.
Como toda patología cardíaca aguda, el síndrome de Takotsubo puede inducir un fallo renal agudo o crónico por los clásicos mecanismos de afectación renal secundaria. Describimos un caso de fracaso renal agudo parcialmente recuperado tras resolución de la patología cardíaca.
Mujer de 51 años, fumadora, sin otros antecedentes conocidos de interés. Acudió al hospital en marzo de 2010 por cuadro de edemas en los miembros inferiores de un mes de evolución, sin disnea, dolor torácico u otra sintomatología. En urgencias se objetivó un deterioro de función renal con creatinina de 1,54 mg/dl (creatinina basal 1,1 mg/dl) y microalbuminuria (95 mg/día), con el resto de la analítica en rango de normalidad y un ECG con ondas T negativas en derivaciones V5 y V6.
Fue ingresada para su estudio; el resultado más destacable fue un ecocardiograma transtorácico que evidenció una función sistólica severamente deprimida (fracción de eyección del ventrículo izquierdo del 25%), con hipocinesia global y ligera hiperecogenicidad de la pared ventricular (figura 1). El resto de las pruebas complementarias fueron negativas. En la ecografía abdominal se objetivaron riñones algo reducidos de tamaño (10 y 11 cm) con buena diferenciación corticomedular (figura 2).
Dos semanas después, se realizó una cardiorresonancia magnética en la que la función ventricular y la contractilidad cardíaca eran normales. Se practicó una biopsia grasa para detectar posible amiloidosis, también negativa. La ergometría de esfuerzo realizada tres meses después fue negativa para isquemia miocárdica.
Con estos datos, la paciente fue diagnosticada de probable discinesia miocárdica transitoria. No se consideró la realización de ventriculografía por la buena recuperación funcional miocárdica, y para no empeorar el fracaso renal. Reinterrogada, refiere una situación familiar altamente estresante en los días previos al inicio del cuadro.
En cuanto a la evolución de la función renal, tras llegar a una creatinina máxima de 2 mg/dl, ha ido mejorando, hasta 1,4 mg/dl en la última revisión realizada en la consulta de nefrología. Asimismo, la función ventricular en posteriores estudios ecocardiográficos ha seguido siendo normal.
Se trata de un caso representativo de un síndrome cardiorrenal tipo I (afectación renal secundaria a una insuficiencia cardíaca aguda) en el contexto de una compleja patología de reciente descripción, como el síndrome de Takotsubo. Es un fracaso de características prerrenales en el que cabe esperar una adecuada recuperación de la función renal posterior.
Mientras no dispongamos de buenos marcadores precoces de disfunción renal es imprescindible la vigilancia estrecha de la función renal en cualquier paciente con patología cardíaca aguda, de cara a un diagnóstico precoz. El manejo agudo conjunto del tratamiento, tanto por el cardiólogo como por el nefrólogo, podrá resultar en un mejor pronóstico del paciente.
Figura 1. Ecocardiograma transtorácico.
Figura 2. Ecografía renal.