Sr. Director: En el comentario editorial1, sobre el artículo de Guirado y cols.2, se afirma que el trasplante renal de vivo ofrece evidentes ventajas frente al de cadáver. Y, dada la relativa escasez de donantes cadáver, se sugiere que sería conveniente un aumento de los trasplantes renales de vivo. Se argumenta que el limitado número de trasplantes realizados de vivo obedece al desconocimiento de este procedimiento por parte de profesionales y familiares de los enfermos, y que no ofertar esta posibilidad por parte del médico o de no plantearla por parte de los pacientes y familiares ¿refleja de manera más o menos aparente el miedo a la nefrectomía en una persona sana¿.
Pero en el artículo2 se explica que los mejores resultados obtenidos con trasplante renal de vivo obedecen al planteamiento estadístico del estudio y no a las características intrínsecas del riñón. Las diferencias de supervivencia de paciente e injerto de los estudios univariados desaparecen al plantear estudios de mayor potencia estadística, multivariados o con grupo control de pacientes seleccionados3. Es decir, que las supuestas ventajas propias del donante vivo: el menor tiempo de isquemia fría, la inmunodepresión anticipada, la ausencia de las consecuencias de la muerte cerebral en el donante, etc., no parecen determinar la obtención de mejores resultados con este tipo de donantes.
En cambio, se conoce la influencia de otros factores en los resultados del trasplante: la compatibilidad de edad, sexo, superficie corporal y sistema HLA entre donante y receptor, y el tiempo de espera en diálisis. Ésta última es la única ventaja que puede ofrecer la utilización de un donante vivo para trasplante respecto al donante cadáver. Debe considerarse, por tanto, que la aceptación de un donante vivo para conseguir el efecto beneficioso de acortar el tiempo de tratamiento sustitutivo puede verse contrarrestado por la presencia de incompatibilidades en los otros factores descritos.
Por otro lado, el aumento del número de donantes cadáver es posible mediante la reducción de negativas familiares y el fomento de la extracción en donantes a corazón parado. La excelente actividad del Hospital Clínico de Madrid en este campo debería extenderse a otros hospitales extractores4.
Respecto a la posible iatrogenia de la extracción renal en el donante, aunque no existen estudios concluyentes, la mayoría de autores llaman la atención sobre la utilización de donantes no óptimos por las posibles repercusiones a largo plazo5.
En conclusión, creo que no debe plantearse el incremento indiscriminado de trasplante renal de vivo con la única finalidad de incrementar su número. Es necesario el estudio concreto de cada posible pareja de trasplante para recomendar o no su realización, así como iniciar estudios a medio plazo sobre las posibles consecuencias de la nefrectomía en el donante.