Sr. Director: Presentamos el caso de un hombre de 36 años con insuficiencia renal crónica e hipertensión secundaria a una glomerulonefritis crónica no biopsiada. Se realizó una fístula arteriovenosa (FAVI) y 6 meses después, en agosto de 2007, precisó el inicio de tratamiento sustitutivo tipo hemodiálisis. El ecocardiograma (ECOCG) realizado el 22 de agosto de 2007 no presentó hallazgos de significación patológica (ligera hipertrofia ventricular izquierda, ausencia de anomalías valvulares, competencia valvular y buena función sistólica con estudio de estrés negativo para isquemia). Seis meses después del inicio de diálisis comenzó disnea progresiva, opresión torácica y mala tolerancia a la diálisis, por lo que se inició hemodiálisis diaria. Entre otras pruebas se realizó de nuevo un ECOCG en febrero de 2008 en el que destacaban una disfunción sistólica del ventrículo izquierdo (fracción de eyección [FE] visual del 40%, volumen telediastólico [VTD] 157 mm, volumen telesistólico [VTS] 105 mm), una ligera dilatación de la aurícula izquierda con insuficiencia mitral ligera-moderada e hipertensión pulmonar severa. Se repitieron nuevos ECOCG en agosto y septiembre de 2008, observándose deterioro de la función sistólica hasta de un 25%, pérdida de la configuración ventricular con aumento del VTD a 185 ml, grado severo de insuficiencia mitral funcional con mayor dilatación auricular y aumento del grado de hipertensión pulmonar (figura 1). En noviembre de 2008 el paciente fue sometido a un trasplante renal con buena evolución, y la creatinina en el momento al alta era de 1,5 mg/dl. Durante el posoperatorio se decidió realizar el cierre de la FAVI. Durante los meses posteriores al trasplante el paciente ha continuado asintomático, con mejoría en los parámetros del ECOCG realizado en julio de 2009: desaparición completa de la insuficiencia mitral, VTD de 129 ml y FE del 45% (figura 1).
La insuficiencia cardíaca congestiva es 12 a 36 veces más frecuente en pacientes en diálisis en comparación con la población general. El tratamiento adecuado es un tema objeto de controversia. No está claro si las recomendaciones generales para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca en la población general son igual de efectivas y seguras en la población sometida a diálisis. Además, este tipo de pacientes supone un grupo de alto riesgo quirúrgico. La ausencia de evidencia respecto al efecto del trasplante en la morbimortalidad perioperatoria hace que muchas veces estos pacientes no sean valorados para el trasplante y es más, cuando son valorados, en muchas ocasiones no está claro si deben ser incluidos en las listas de espera. Wali et al.1 valoraron el impacto del trasplante en 103 pacientes con insuficiencia cardíaca crónica y FE inferior al 40% y objetivaron una clara mejoría a los 12 meses del trasplante, incluso en los pacientes con una función cardíaca más afectada. El trasplante renal debe ser considerado como opción de tratamiento en pacientes con insuficiencia cardíaca, ya que la permanencia en diálisis puede dar como resultado una progresiva e irreversible disfunción miocárdica. También otros estudios indican que el trasplante renal, con todos los cambios fisiológicos que implica y con la corrección de los factores derivados de la uremia disminuye, y a veces resuelve, las anomalías cardíacas secundarias a la insuficiencia renal crónica, con reducción de la hipertrofia y dilatación del ventrículo izquierdo y mejora de la función sistólica y diastólica ventricular2-4.
Por tanto, la clara mejoría de la función cardíaca tras realizar el trasplante renal refuerza la indicación del trasplante en este paciente.
Figura 1. Eco bidimensional (A y B), apical dos cámaras, que muestra la evolución del tamaño y el volumen de las distintas cavidades. En las imágenes de Doppler continuo (C y D) se observa la práctica desaparición de la insuficiencia mitral tras la realización del