La ateroembolia de colesterol (AEC) es una enfermedad sistémica cuya incidencia ha aumentado en las últimas décadas y que presenta una elevada morbimortalidad. En el momento actual se desconocen cuáles son las alternativas terapéuticas más efectivas en esta entidad. En este artículo presentamos el caso de una paciente diagnosticada de AEC con afectación cutánea, intestinal y renal, que presentó una buena evolución tras el inicio de terapia combinada con esteroides y análogos de las prostaglandinas. A pesar de que no existen estudios concluyentes, sugerimos esta alternativa para el manejo de AEC con afectación orgánica.
Cholesterol atheroembolism (CAE) is a systemic disorder whose incidence has increased in recent decades and that presents high morbidity and mortality. Although several therapeutic alternatives have been reported, there is no consensus about the best treatment for this disease. In this paper we report the case of a patient with CAE with skin, bowel and kidney involvement who presented a good response to combined therapy with steroids and prostaglandin analogues. Although there are no conclusive studies, we recommend this therapeutic alternative in the management of CAE with organic failure.
INTRODUCCIÓN
La ateroembolia de colesterol (AEC) es una enfermedad de mal pronóstico. Su patogenia se basa en el impacto de cristales de colesterol procedentes de placas de ateroma en los pequeños vasos de la economía1. En los últimos años, su incidencia se está incrementando como consecuencia de que cada vez existe más población susceptible a la enfermedad (ancianos, diabéticos, hipertensos, dislipémicos) que además está expuesta con mayor frecuencia a los factores que la desencadenan (procedimientos endovasculares, tratamiento anticoagulante)2. La AEC tiene una importante morbimortalidad, que es mayor cuando existe afectación renal. La recuperación de la función renal tras este cuadro se da solo en un 25 % de los casos1,2.
El manejo de la AEC resulta complicado porque en la literatura no existe un criterio unificado sobre él. Parece claro que estos pacientes se benefician del control estricto de los factores de riesgo cardiovascular para prevenir el cuadro3,4. Sin embargo, no hay acuerdo sobre las medidas que es preciso tomar cuando la enfermedad se desencadena. En la literatura existen múltiples artículos sobre estas medidas sin que se hayan encontrado datos definitivos a favor ni en contra5.
A continuación exponemos el caso de una paciente con AEC que presentó afectación renal y vascular periférica y que se benefició del tratamiento combinado con esteroides y análogos de las prostaglandinas (iloprost).
CASO CLÍNICO
Mujer de 71 años que ingresa en el Servicio de Nefrología de nuestro centro por un deterioro agudo de la función renal. Como antecedentes personales de interés presentaba: hipertensión arterial (en tratamiento con enalapril), dislipemia, hábito tabáquico y enfermedad vascular periférica grado IIA, objetivándose en eco-doppler datos de estenosis significativa en arteria femoral izquierda. Su función renal basal era normal.
En diciembre de 2012 la paciente se somete a una arteriografía para tratamiento de la enfermedad vascular periférica y se le realiza angioplastia con balón de la arteria femoral superficial del miembro inferior izquierdo, implantándose 2 stent a dicho nivel. A las 24 horas se inicia tratamiento con Adiro® y heparina de bajo peso molecular (HBPM) y se le da de alta. La creatinina sérica (Crs) en ese momento era de 1,26 mg/dl.
A los diez días la paciente acude al Servicio de Urgencias por un cuadro de rectorragia sin inestabilidad hemodinámica (presión arterial: 127/83 mmHg). En los análisis presentaba una Hb de 9,8 g/dl, 8000/mm3 leucocitos con un 17 % de eosinófilos (1400/mm3). La Crs era de 4,3 mg/dl. Durante su estancia en Urgencias se suspende el tratamiento con HBPM y enalapril y se inicia expansión de volumen con sueroterapia. Además, se realiza una colonoscopia en la que se objetivan unas úlceras en colon de probable carácter isquémico. En las siguientes 24 horas no presenta nuevas rectorragias y la Crs desciende hasta 3,42 mg/dl. Se decide alta a domicilio, siendo referida a consulta de Nefrología, donde acudió 15 días después.
En su visita a la consulta de Nefrología la enferma presentaba una Crs de 4,44 mg/dl, acidosis e hiperpotasemia, por lo que se decide su ingreso. En la anamnesis dirigida, la paciente refiere la aparición de unas lesiones dolorosas de aspecto violáceo, que afectaban de forma difusa a los dedos y plantas de ambos pies. Estas lesiones aparecieron 10 días después del procedimiento endovascular y fueron empeorando con el paso del tiempo. En los estudios bioquímicos persistía la eosinofilia y no se evidenció mejoría de la función renal. En el sedimento de orina había leucocitos aislados sin hematíes. Se realizó un fondo de ojo, que fue normal, y una ecografía-doppler en la que se objetivaron riñones de tamaño normal con buena diferenciación córtico-medular, vía urinaria no dilatada y ausencia de estenosis de las arterias renales.
Dados los antecedentes de manipulación endovascular, la clínica y las alteraciones bioquímicas, se sospechó una enfermedad por AEC. El diagnóstico se confirmó con una biopsia cutánea de las lesiones de los pies en las que se objetivaron las huellas de los cristales de colesterol intravasculares típicas de la enfermedad.
Ante el empeoramiento progresivo de la función renal (Crs máxima de 5,58 mg/dl) y de las lesiones cutáneas, se decidió el inicio de tratamiento con iloprost (2 ng/kg/min durante 12 horas al día manteniendo el tratamiento 14 días), esteroides (1 mg/kg/día una semana, con posterior pauta descendente hasta su total retirada en 3 meses) y estatinas a altas dosis (atorvastatina 80 mg/24 h).
A los dos días del inicio del tratamiento, comenzó una mejoría progresiva de las lesiones cutáneas que permitió reducir la dosis de analgesia. También se produjo una mejora de la función renal, que se inició a la semana de haber instaurado el tratamiento. Dada la buena evolución del cuadro, la paciente fue dada de alta a su domicilio un mes después de ingresar. La Crs al alta era de 2,99 mg/dl y a los 3 meses del ingreso de 1,9 mg/dl (figura 1).
DISCUSIÓN
La enfermedad por AEC es un trastorno sistémico que presenta una elevada morbimortalidad. Puede afectar a cualquier órgano de la economía, siendo las dianas más frecuentes el riñón, el tracto digestivo y la piel. Esta entidad presenta una mortalidad al año que oscila entre el 30 y el 80 % según la serie. Cuando cursa con afectación renal, suele tener una mala evolución, necesitándose diálisis en un 40 % de los casos. Solo recuperan función renal un 25 % de estos pacientes3-4. El diagnóstico diferencial de esta enfermedad incluye diversas entidades, entre las que se podría destacar la nefropatía por contraste y la nefritis intersticial inmunoalérgica5.
En el tratamiento de la AEC existen dos grupos de medidas. El primero de ellos está encaminado a evitar la reaparición de la AEC mediante el control de los factores de riesgo cardiovascular (tensión arterial y placa de ateroma) y evitando que el paciente se exponga a factores desencadenantes del cuadro (anticoagulantes, intervencionismo endovascular). El otro grupo de medidas intenta disminuir la isquemia en los órganos afectos para mejorar la disfunción de estos. Los fármacos que forman parte de este segundo grupo son los esteroides y los análogos de las prostaglandinas6.
Varios estudios han demostrado que las medidas preventivas disminuyen la mortalidad de los enfermos con AEC2,4. Por el contrario, sigue siendo muy debatida la utilidad de las medidas específicas de la enfermedad.
La patogenia de la AEC se basa en la liberación de cristales de colesterol desde placas de ateroma, que impactan en los vasos de pequeño calibre y producen un daño isquémico en los distintos órganos de la economía. En la anatomía patológica se observa la existencia de un importante componente inflamatorio en torno a los cristales de colesterol por una reacción de cuerpo extraño. Este componente inflamatorio también colabora en la obstrucción vascular que condiciona la isquemia1,2. Mediante el tratamiento con esteroides, se pretende mejorar el componente inflamatorio periémbolo aumentando el flujo distal a la obstrucción vascular y reduciendo el daño isquémico. Experimentalmente no se ha podido demostrar este mecanismo in vivo. En las series de casos publicados con esteroides existen resultados a favor y en contra de esta alternativa terapéutica para mejorar la función renal. Así, por ejemplo, en un trabajo previo de tres hospitales españoles (Hospital Parc Taulí de Sabadell, Hospital de Ciudad Real y Hospital 12 de octubre)7, que reunió una serie de 45 casos con AEC, no se observaron efectos beneficiosos de los esteroides. Sin embargo, en el conjunto de los trabajos sí parece existir una tendencia a mejorar los síntomas de isquemia de la piel y gastrointestinal en los pacientes tratados con esteroides8-10.
Recientemente se ha unido al arsenal terapéutico para la AEC los análogos de las prostaglandinas (iloprost). Estos fármacos poseen una importante actividad vasodilatadora y antiagregante, por lo que han sido utilizados en distintas enfermedades de carácter isquémico, presentando buenos resultados11. Para el tratamiento de la AEC con lesiones isquémicas, se comenzó a usar iloprost en el año 1995. El tratamiento resultó efectivo con mejoría de las lesiones cutáneas y del dolor12. Desde entonces se han publicado seis casos en los que se usó iloprost en la AEC13-15. En todos ellos mejoró de forma clara las lesiones cutáneas y el dolor, y en el 50 % de los pacientes existió una mejoría la función renal. En casi todos los casos se combinó el tratamiento con esteroides11-14 (tabla 1).
La paciente de este caso se caracterizaba por presentar una AEC con importante afectación renal, cutánea y del tracto digestivo. Tras revisar la literatura y ante la mala evolución de la enferma, se decidió el inicio de la terapia combinada con esteroides e iloprost. Tras instaurar el tratamiento, la mejoría clínica de las lesiones cutáneas y del dolor fueron evidentes, disminuyendo la necesidad de tratamiento analgésico. Por otra parte, la función renal, que hasta el momento mostraba un empeoramiento progresivo, comenzó a mejorar 48 horas después del inicio del tratamiento. En el momento actual, la Crs de la paciente es de 1,9 mg/dl.
Lo reflejado en nuestro caso se suma a la experiencia acumulada en otras series de casos y permite cierto optimismo en cuanto al uso de la terapia combinada con esteroides e iloprost.
La terapia combinada no ha conseguido la recuperación de la función renal en todos los pacientes tratados, pero sí ha mejorado los síntomas extrarrenales, que en ocasiones son los que condicionan el pronóstico de estos pacientes4.
A nuestro entender, un factor importante en la respuesta terapéutica en la AEC es el momento del inicio del tratamiento. Dada la fisiopatogenia de la enfermedad, es fundamental comenzar el tratamiento lo antes posible. Si se retrasa, el parénquima afecto sufre más daño y será menos probable que recupere su función. Este parámetro no ha sido valorado en ningún estudio y quizás podría mejorar la tasa de recuperación de la función renal en los pacientes tratados.
En ninguno de los estudios en los que se ha utilizado la terapia combinada con esteroides e iloprost se han descrito efectos adversos importantes. En todos ellos los esteroides se usan a dosis bajas y en cortos períodos de tiempo.
Los argumentos antes expuestos, junto con la ausencia de otras alternativas terapéuticas, hacen que opinemos que la terapia combinada con esteroides e iloprost deba considerarse en los pacientes que sufren AEC con afectación orgánica. Esta terapia debería iniciarse lo antes posible para obtener mejores resultados. Esto debe confirmarse mediante la realización de ensayos clínicos prospectivos y aleatorizados.
Conflictos de interés
Los autores declaran que no tienen conflictos de interés potenciales relacionados con los contenidos de este artículo.
Figura 1. Evolución de la función renal
Tabla 1. Revisión del uso del iloprost en la enfermedad por ateroembolia de colesterol