Sr. Director:
Quiero agradecer los comentarios que los doctores Lamas, Rodríguez-Puyol y Cruzado hacen a mi editorial.1-3 ¿Se está apoyando la investigación clínica independiente en España?4 Como decía en él, mi intención no era hacer un estudio en profundidad de la investigación hospitalaria en nuestro país, empresa muy lejos de mis posibilidades y tiempo, sino trasmitir la vivencia personal de un investigador hospitalario con muchos años de dedicación. Quiero resaltar aquí que me ha sorprendido la amplia reacción que el escrito ha despertado: he recibido numerosos correos de médicos que afirmaban verse reflejados en los comentarios de la editorial y expresaban su coincidencia de opinión. Por otra parte, un porcentaje significativo de los correos eran de médicos no nefrólogos, lo que demuestra que la difusión de nuestra revista es mayor de lo que pensamos.
Los doctores Lamas, Rodríguez-Puyol y Cruzado hacen matizaciones a mi escrito, muy atinadas y con las que básicamente estoy de acuerdo. Los tres autores tienen en común una trayectoria de investigación propia de alta calidad, de divulgación de la necesidad de investigar y de rigor en la evaluación científica, por lo que sus opiniones son siempre autorizadas y valiosas, máxime en el terreno de la investigación. Ahora bien, algunas de sus afirmaciones requieren a su vez matización. En las cartas de Rodríguez-Puyol y Cruzado se hace hincapié en el esfuerzo que las Agencias Públicas han hecho para apoyar la investigación hospitalaria. De acuerdo con este punto que, por otra parte, también comentaba en el editorial. Y, junto a ello, se dispone hoy en día de unos recursos económicos impensables hace no muchos años. Pero estos avances innegables hacen más perentoria aún la necesidad de que ese apoyo institucional emprendido se refleje de manera eficaz en una mejora de las condiciones «reales» en las que se puede investigar en los hospitales. Es decir, no basta sólo con dotar de dinero (con ser esto muy importante) a los proyectos clínicos y evaluarla bien, sino de crear los mecanismos que permitan que los mismos puedan desarrollarse y terminarse sin que los médicos se dejen la piel en el campo. Me refería en el editorial a la enorme diferencia que existe entre la participación en un estudio clínico terapéutico propulsado por la industria, en la que todo se da bien mascado y encima se gana dinero, y la «montaña» cada vez mayor de dificultades burocráticas a las que el investigador independiente al que se da un dinero oficial para un proyecto ha de enfrentarse si quiere llevarlo a buen puerto. Hagan sino el recuento de estudios clínicos terapéuticos completamente independientes, sin participación de la industria, realizados en nuestro país. Como decía en el editorial, en un país como el nuestro con unos requisitos muy complejos para autorizar un ensayo clínico, necesitamos organismos oficiales que reproduzcan lo que hacen las CRO para desarrollar los estudios de la industria, descargando al investigador de una burocracia hoy en día casi insalvable.
Pero hay más cosas, y es ahí donde concentraba mis críticas: creo que pocos médicos con experiencia negarán que el papel de las Direcciones médicas hospitalarias en España (aunque existen por supuesto excepciones loables a esta tendencia) han ido degenerando de una forma progresiva, entrando en unos esquemas de funcionamiento (gestión clínica que no tiene nada de clínica ni de gestión real, Departamentos de «calidad» que no tienen nada que ver con la calidad que todos nosotros sabemos muy bien valorar y reconocer, etc.) cada vez más autistas y carentes de autoridad científica o moral. Es éste un tema capital, que merecería dedicarle una reflexión colectiva. En este contexto, tratar de desarrollar una investigación clínica de calidad puede ser una tarea heroica. Comentaba también que tenemos ahora en muchos hospitales herramientas ideales para apoyar la investigación, como los Institutos y Fundaciones de Investigación, pero que es necesario impregnarlas del espíritu de inquietud intelectual que es la base de la investigación. En este punto es necesario que los médicos peleemos para que dichos organismos sean efectivamente órganos eficaces para facilitar e impulsar la investigación de calidad y no se contaminen de los esquemas que lamentablemente predominan en las Direcciones hospitalarias. Me consta que ya existen Fundaciones de Investigación Hospitalaria que están desarrollando una actividad modélica, diagnosticando los problemas del centro y proporcionando una ayuda real a los grupos de investigación. Y también estas Fundaciones e Institutos deben de servir para fundir mejor las investigaciones básicas y clínicas: tanto Rodríguez-Puyol como Cruzado insisten en la necesidad de no separar ambos tipos de investigación. Totalmente de acuerdo, no creo que ningún párrafo de mi editorial diera pie a pensar lo contrario. Pero sí que hay que tener en cuenta, como decía más arriba, la problemática especial que aqueja a los ensayos clínicos terapéuticos prospectivos y que requiere una solución específica.
Y, por último, en referencia al desánimo que me atribuye mi querido José María Cruzado, no es tal: el hecho de que me moleste en lanzar diatribas como la de la editorial demuestra lo contrario. Pero, aunque la situación sea algo mejor que hace unos años, hay que seguir peleando. Además, como decía en el editorial, uno de sus objetivos era estimular la discusión sobre la investigación hospitalaria. Creo que mi escrito ha propiciado el debate y, por tanto, me doy por satisfecho.