Sr. Director:
El síndrome de vómitos cíclico (SVC) es un trastorno funcional gastrointestinal caracterizado por episodios de vómitos graves, impredecibles y explosivos, separados por intervalos de completa salud1. El comienzo de los síntomas suele ser en la infancia, habitualmente entre los tres y los siete años, aunque se han descrito casos que han comenzado en la vida adulta2.
La etiología y la patogenia se desconocen, y se ha planteado como hipótesis un trastorno del eje cerebrointestinal, activado ante determinados estímulos (estrés, infecciones, algunos alimentos)3. La duración más frecuente de un episodio suele ser de uno a cuatro días, y puede llegar hasta 14 días. Durante cada episodio, los vómitos ocurren con una frecuencia de cada 10 a 15 minutos, pudiéndose repetir desde varias veces al año hasta varias veces al mes, con una recurrencia regular.
Los síntomas incluyen vómitos, precedidos de arcadas forzadas y contracciones musculares abdominales, acompañándose de náuseas incoercibles y extremo cansancio. Los pacientes sufren durante el episodio una especie de «coma consciente», y describen estar en un estado de estupor mientras dura el episodio4. Entre las complicaciones más frecuentes se encuentran la deshidratación, trastornos electrolíticos, la secreción inadecuada de hormona antidiurética (ADH) y esofagitis4.
El tratamiento óptimo consiste en establecer una profilaxis con medicamentos antimigrañosos como la amitriptilina asociada a propranolol. En la fase prodrómica, precisamos abortar el episodio con ketorolaco o sumatriptán. En el momento agudo se emplean ondansetrón o lorazepam, estableciéndose como una terapia alternativa la clorpromazina, la prometazina o la morfina intravenosa4. En algunas ocasiones, es precisa la sedación del paciente para frenar los vómitos incoercibles.
Presentamos el caso clínico de un hombre de 31 años, que desde la infancia (tres-cinco años) presenta crisis de náuseas, vómitos incoercibles y malestar abdominal asociado con pródromos de nerviosismo, frecuentemente relacionado con factores desencadenantes como el estrés emocional o las infecciones. Posteriormente, tiene períodos libres de síntomas en frecuencia variable. Se le diagnosticó un síndrome funcional periódico con vómitos incoercibles y esofagitis erosiva a los 14 años, persistiendo el cuadro a pesar del tratamiento con clorpromazina. Tras ser estudiado por diferentes especialidades, hace tres años es diagnosticado de SVC. Profilácticamente toma propranolol a dosis de 20 mg (medio-0-medio) y amitriptilina a dosis de 75 mg (0-0-medio); el tratamiento abortivo lo realiza con microenemas de diazepam, y en las crisis agudas toma ondansetrón, 4 mg cada 8 horas, lorazepam, una ampolla cada ocho horas, clorpromazina, una ampolla cada seis-ocho horas intravenosa o prometazina, 50 mg cada seis-ocho horas, ya en el hospital.
Desde hace un año el paciente ha precisado tres ingresos por crisis complicadas con afectación hidroelectrolítica e insuficiencia renal aguda. En el último episodio mostraba una deshidratación intensa con fracaso renal agudo prerrenal con creatinina de 2,2 mg/dl, K 2,9 mEq/l, alcalosis metabólica e infección urinaria que pudo haber sido el desencadenante de este episodio de crisis. Se comienza tratamiento con hidratación agresiva y antibioterapia, siendo precisa la sedación del paciente con clorpromazina, media ampolla cada ocho horas y ondansetrón, 4 mg cada ocho horas durante dos días para evitar los vómitos incoercibles y la perpetuación de la deshidratación. Durante su estancia se consiguió normalizar el trastorno hidroelectrolítico, así como la creatinina, siendo ésta al alta de 1,1 mg/dl.
Mostramos un caso de insuficiencia renal aguda prerrenal secundaria a deshidratación, patología muy frecuente en nuestra práctica diaria, pero producida por una entidad poco común y desconocida fundamentalmente entre los nefrólogos de adultos, como es el SVC. Sirva esta revisión, ilustrada a través de un caso clínico, de cómo poder abordar un tratamiento eficaz en caso de presentarnos ante un paciente afectado de este síndrome. Se debe hacer hincapié sobre todo en que el tratamiento no sólo consiste en la hidratación, sino también en abortar las crisis de vómitos con la sedación para así evitar la perpetuación del fracaso renal agudo5,6.