Sr. Director:
Las colitis isquémicas (CI) son una patología en aumento en cuanto a su incidencia en los pacientes en hemodiálisis (HD), lo que obedece a su perfil cambiante (más añosos, con más patología cardiovascular y con una supervivencia aumentada con respecto a épocas previas)1. A pesar de que las CI pueden ser secundarias a una trombosis vascular o un vasoespasmo mesentérico, la etiología más frecuente en los pacientes en HD es el bajo gasto, que se produce durante la sesión normalmente a consecuencia de un bache hipotensivo.
El caso publicado por Gutiérrez-Sánchez et al.2, a pesar de tratarse de un paciente que únicamente lleva dos meses en HD, presenta muchas de las clásicas características de los pacientes con colitis isquémicas no oclusivas (NOMI): paciente de alto riesgo vascular con episodio hipotensivo que desarrolla rectorragia y dolor abdominal. En el trabajo publicado por nuestro grupo recientemente con el mayor número de casos de NOMI en HD, los factores asociados a padecerla resultaron ser la mayor edad, la presencia de diabetes mellitus (DM), los antecedentes cardiovasculares (como la enfermedad vascular periférica), el tiempo en diálisis y la resistencia a la eritropoyetina. Este último parámetro se demuestra como predictor independiente en el análisis multivariable (junto con la DM y el tiempo en HD), mostrando la asociación de este cuadro con la inflamación y, consecuentemente, con la ateroesclerosis3. En un estudio publicado que incluyó a pacientes incidentes en diálisis (HD y diálisis peritoneal), los factores de riesgo asociados a padecer una NOMI fueron similares, a excepción del tiempo en diálisis. Sin embargo, al estudiar las diferentes técnicas, los autores encontraron que los pacientes en diálisis peritoneal poseían un riesgo aumentado 1,5 veces de padecer este cuadro, a pesar de ser más jóvenes y tener menos comorbilidad, lo que pusieron en relación con la exposición a soluciones con alto contenido en dextrosa4.
En la serie de casos presentada, los autores encuentran una mortalidad del 80 %, a diferencia de nuestro trabajo, en el que la mortalidad en el momento agudo fue del 59 %. Sin embargo, realizamos un estudio de casos y controles con los pacientes que sobrevivieron al episodio agudo durante 56 (± 69) meses de media y encontramos que los pacientes con NOMI presentaron una supervivencia significativamente menor, atribuible a que dicho cuadro es consecuencia de un elevado riesgo cardiovascular de dichos pacientes. De hecho, las causas de la muerte en ellos se dividían entre infecciosas y cardiovasculares. Hasta la fecha, el único estudio que comparaba pacientes supervivientes de una NOMI frente a pacientes en HD era el de Bassilios et al., que mostraba idéntica supervivencia en ambos grupos, probablemente porque solo incluyó en el análisis a los que sobrevivieron más de tres meses5.
En cuanto al tratamiento, al igual que en el caso referido, la conducta habitual es la administración de antibioterapia de amplio espectro y actitud expectante, siendo la cirugía la opción elegida en la minoría de los casos (en nuestro estudio, solo el 33 %), lo que probablemente se debe al perfil de los pacientes (mayores, con riesgo cardiovascular, etc.). De hecho, nuestros datos únicamente revelan diferencias significativas en la edad (más jóvenes) cuando comparamos a los pacientes candidatos a cirugía frente a aquellos en los que se mantuvo una actitud conservadora. Estudios previos han mostrado que el retraso en la realización de la cirugía tras el diagnóstico se asoció con aumento de la mortalidad6.
Por lo tanto, parece razonable establecer un perfil de ultrafiltración más conservador en los pacientes de alto riesgo de padecer una NOMI, debido a sus consecuencias deletéreas en los pacientes en HD.
Conflictos de interés
El autor declara que no tiene conflictos de interés potenciales relacionados con los contenidos de este artículo.