Sr. Director:
Los trastornos facticios (TF) y del fingimiento (F) (malingering) incluyen a personas que, intencionalmente, fingen o producen enfermedades para asumir el rol de enfermos refiriendo síntomas o signos físicos, psicológicos o ambos1. En los TF no existe un incentivo externo demostrable y predomina en mujeres. En el F se busca una ganancia secundaria y es más frecuente en hombres2. Ambos trastornos pueden ser difíciles de distinguir y superponerse. Algunos los denominan síndrome de Munchausen (SM)3 y, aunque dicho síndrome no ha sido oficialmente incluido como un desorden mental1, es ampliamente conocido en la medicina e incluye: 1) una enfermedad facticia crónica, puede ser grave y hasta invalidante; 2) la peregrinación: el individuo cambia de hospital, ciudad o país cuando no logra su objetivo o es descubierto; 3) la pseudología fantástica: las increíbles historias son descritas con total seguridad. Se han descrito casos de padres que han hecho enfermar a sus hijos para obtener beneficios4.
Presentamos el caso de una enfermera de 31 años, con marcapasos permanente por un síndrome taquicardia/bradicardia e insuficiencia renal crónica terminal de causa no bien precisada, diagnosticada un año atrás, bajo régimen de hemodiálisis. Acude al cuerpo de guardia refiriendo fiebre con escalofríos, anuria y malestar general.
Al examen físico se constata ausencia de presión arterial (PA) y pulso en los miembros superiores, palidez cutánea y signos de deshidratación moderada. Frecuencia cardíaca: 118 latidos/min, frecuencia respiratoria: 24 respiraciones/min y temperatura de 38,5 °C. El catéter de hemodiálisis muestra signos de infección en los bordes de inserción (se retira y cultiva). El resto del examen físico es normal. Con un diagnóstico preliminar de shock séptico por infección del catéter, se inicia tratamiento que incluye vasopresores y antimicrobianos y se traslada a Terapia Intensiva (TI).
A su llegada a TI contrasta el estado de adecuada perfusión cutánea con el diagnóstico de shock. En los miembros superiores no hay PA, pues se habían realizado fístulas arteriovenosas en los antebrazos sin lograrse flujo, pero en los inferiores se constata una PA de 150/90 mmHg: se retira el apoyo vasopresor. La paciente se niega a que se le coloque un catéter vesical. La presión venosa central inicialmente disminuida se normaliza con hidratación y se restablece una diuresis amplia y clara.
En la analítica se constató leucocitosis (18 x 109/l), anemia (108 g/l) y creatinina sérica elevada (158 µmol/l). Otros estudios complementarios, incluyendo gasometría, ionograma, glicemia y sedimento urinario, dieron resultados dentro de límites normales. La ecografía mostró riñones y vías urinarias de tamaño y ecogenicidad normal. Al tercer día, los niveles de creatinina ya habían alcanzado valores normales y no había indicios de enfermedad renal. Se reciben hemocultivos con Staphylococcus aureus resistente a meticilina.
Ante la evidencia, el SM es fuertemente sospechado y se solicita una valoración psicológica. En la entrevista, la paciente coopera pero se niega a realizarse alguna evaluación psicométrica y no admite haber fingido los síntomas o alterado las muestras.
La profesión de la paciente (enfermera) le permitía transportar las muestras sanguíneas al laboratorio, donde se supone que añadía algunas gotas de orina para elevar significativamente los niveles de creatinina. La hemodiálisis no se concluía, en muchas ocasiones, por «malestares» referidos. Siempre se opuso a la realización de biopsia renal, a pesar de estar indicada5. Se especula que la disritmia pudo deberse al autoconsumo de fármacos que alteran la frecuencia cardíaca y que las fístulas arteriovenosas fueron dañadas por la paciente.
Días después fue egresada y retirada del programa de hemodiálisis. Hasta el momento, se mantiene asintomática y se ha reincorporado a la vida social. El móvil no pudo ser determinado con certeza.
Existen criterios que permiten sospechar SM (tabla 1). El diagnóstico debe realizarse con sumo cuidado, pues un error puede ser fatal. El tratamiento psicológico depende del tipo de personalidad y la probable etiología, aunque en la mayoría de los casos los pacientes lo evaden2.
La mortalidad puede ser elevada debido a las manipulaciones sobre el propio cuerpo, a complicaciones de los procederes, al hecho de ocultar información médica importante; además, cuando realmente enferman, estos pacientes pueden ser ignorados si se les conoce6.
Como conclusión, el SM debe considerarse ante todo paciente con inconsistencias entre sus síntomas y las pruebas clínicas. Aunque se trata de una enfermedad infrecuente, su diagnóstico es imprescindible por las graves consecuencias que puede acarrear sobre el paciente.
Conflictos de interés
Los autores declaran que no tienen conflictos de interés potenciales relacionados con los contenidos de este artículo.
Tabla 1. Principales observaciones que hacen sospechar los trastornos facticios y de fingimiento