Sr. Director:
La metoxi-polietilenglicol epoetina β (Mircera®) es una eritropoyetina de origen recombinante, que al igual que la hormona natural eritropoyetina, estimula la producción de glóbulos rojos y aumenta el nivel de hemoglobina en sangre, al interaccionar con el receptor de eritropoyetina de las células progenitoras medulares produciendo su activación contínua1,2,3.
Presentamos el caso de una paciente con enfermedad renal crónica (ERC) en estadio 5 con aparición de reacción de hipersensibilidad retardada en relación a dos eritropoyetinas de origen recombinante. En agosto de 2004, comienza a tratarse con epoetina beta (Neorrecormon©) vía subcutánea. Seis meses después, presentó un cuadro de prurito, lesiones microhabonosas generalizadas y en relación directa con la administración semanal de dicho antianémico. Entonces fue tratada con darbepoetina alfa (Aranesp©) subcutánea, observándose una reacción dérmica similar a la descrita con epoetina beta, desde las primeras dosis, por lo que fue suspendida la prescripción. En abril de 2006 comienza la hemodiálisis, y se inicia la administración intravenosa de darbepoetina alfa, con buena tolerancia durante varias administraciones. Pero, la aparición en dos ocasiones de prurito palmo-plantar y de lesiones habonosas, obligó a la retirada del fármaco. Posteriormente, requirió transfusiones de hematíes mensuales, ante la persistencia de la anemia debida a la ERC. En Septiembre de 2007 se solicitó al Ministerio de Sanidad y Consumo la autorización del medicamento extranjero epoetina delta, pero denegaron su autorización de empleo alegando que existía una elevada probabilidad de presentar reacción a la misma dado el historial de la paciente. Ante esta situación se decidió probar en Agosto de 2009 con epoetina β pegilada (Mircera®), registrada en España desde Julio de 20071 y monitorizar la tolerancia así como la efectividad de la misma. Según la recomendación del servicio de Alergología, se realizó la administración en dosis crecientes (12.5 µg; 25 µg y 37.5 µg) de epoetina β pegilada vía subcutánea a intervalos de 7 días hasta llegar a la dosis final de 50 µg (0.6 µg/kg), sin observar ningún tipo de reacción adversa. Se continuó administrando epoetina β pegilada de dosis 50 µg aunque fraccionándola en 2 inyecciones (25 µg) en las 3 primeras dosis.
Actualmente y tras 8 dosis quincenales intravenosas de epoetina β pegilada afirmamos que la paciente tolera este tratamiento, manteniendo de una forma sostenida los niveles de hemoglobina y el hematocrito, dentro de los rangos recomendados para la ERC en estadio 5 en tratamiento con hemodiálisis. En este caso, la administración intravenosa de epoetina β pegilada no ha condicionado la aparición de eventuales reacciones cruzadas derivadas de la intolerancia de la paciente a la epoetina beta y a la darbepoetina alfa. Así, sugerimos que la epoetina β pegilada puede ser una buena alternativa para tratar la anemia crónica en pacientes con ERC e intolerancia a epoetina beta y a darbepoetina alfa.