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Vol. 26. Núm. 5.octubre 2006
Páginas 527-650
Vol. 26. Núm. 5.octubre 2006
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MANEJO PRACTICO DE ANTIDIABETICOS ORALES EN PACIENTES CON ENFERMEDAD RENAL.
Practical management of oral antidiabetics in patients with renal disease
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Roberto Alcazar Nefrologia Hospital de Fuenlabrada, Olga Gonzalez Albarran Endocrinologia Hospital Ramon y Cajal, Jesus Honorato Farmacologia Clínica
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MANEJO PRACTICO DE ANTIDIABETICOS ORALES EN PACIENTES CON ENFERMEDAD RENAL.

Comité de Expertos de la Sociedad Española de Nefrología.

Redactores : Roberto Alcazar, Olga González Albarran, Jesús Honorato, Nicolás Roberto Robles. Asesores : Javier Acha, Fernando de Alvaro, Victor Férnandez Gallego, Pablo Gómez García, Martín López de la Torre, Alberto Martínez Castelao, Ramón Romero.



INTRODUCCIÓN: IMPORTANCIA DE LA ENFERMEDAD RENAL EN LA DIABETES MELLITUS.

PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS FARMACOLÓGICAS DE LOS ANTIDIABÉTICOS DE ADMINISTRACIÓN ORAL.

INDICACIONES CLINICAS DE LOS ANTIDIABÉTICOS ORALES EN LA INSUFICIENCIA RENAL ANTES DEL TRATAMIENTO RENAL SUSTITUTIVO.

USO DE ANTIDIABÉTICOS ORALES EN PACIENTES SOMETIDOS A TRATAMIENTO RENAL SUSTITUTIVO:

Hemodiálisis y diálisis peritoneal.

Trasplante renal.

ANTIDIABÉTICOS ORALES EN LA PREVENCIÓN Y EL TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD RENAL.



IMPORTANCIA DE LA ENFERMEDAD RENAL EN LA DIABETES MELLITUS

La diabetes mellitus (DM) y la enfermedad renal crónica (ERC) representan hoy día dos de los principales problemas de salud pública del siglo XXI, tanto por su elevada prevalencia, como por su importante morbimortalidad cardiovascular. Son dos enfermedades estrechamente relacionadas, ya que la DM es la principal causa de ERC en tratamiento renal sustitutivo en el mundo desarrollado, y la ERC representa una de las complicaciones más graves de la DM y la que condiciona su pronóstico.

La DM es la principal causa de insuficiencia renal en tratamiento sustitutivo (diálisis o trasplante) en nuestro medio. Los datos del registro de diálisis y trasplante de la Sociedad Española de Nefrología correspondiente al año 2002 y que recogen datos del 85 % de la población española, muestran que la incidencia de pacientes que precisaron tratamiento renal sustitutivo fue de 131 p.m.p., representando la DM el 21 % de esta incidencia (1). En EEUU las cifras son más alarmantes con una incidencia de 338 casos p.m.p. en el año 2003, siendo la DM la causa del 44,8 %(2). La DM tipo 2 es la que experimenta un mayor aumento. En un trabajo reciente se estima que la prevalencia de DM pasará de un 2,8 % en el año 2000 al 4,4 % de la población general en el año 2030 (3).

Por otra parte se calcula que en el año 2005 había más de 40.000 personas, sólo en España, en tratamiento renal sustitutivo, cifra que se estima que se duplicará en los próximos 10 años debido al envejecimiento progresivo de la población y al aumento, entre otros, en la prevalencia de otros procesos crónicos como la DM. Es importante reseñar que la ERC tiene un curso progresivo, con varias fases (4) (Tabla 1), en las que el tratamiento renal sustitutivo es el estadio final al que solo llegan un pequeño número de pacientes, ya que la mayoría fallecen, fundamentalmente por eventos cardiovasculares, antes de llegar a la diálisis o al trasplante. En un seguimiento a 5 años de 27.998 adultos en EEUU con filtrado glomerular (FG) estimado inferior a 90 ml/min, la necesidad de diálisis en aquellos pacientes que inicialmente tenían estadios 2, 3 y 4 de ERC fue de 1.1, 1.3 y 19.9 %. Sin embargo la mortalidad fue del 19.5, 24.3 y 45.7 % respectivamente (5).

La importancia de la ERC se pone todavía más de manifiesto si se tiene en cuenta que un porcentaje importante de estos pacientes, y al igual que ocurre con los diabéticos tipo 2 están sin diagnosticar. En la población americana, la encuesta de salud NANHES III mostró una prevalencia de ERC del 11 % de la población adulta (6). En la población española, las estimaciones iniciales muestran una prevalencia al menos similar (7-9). El estudio EPIRCE (Epidemiología de la Insuficiencia Renal Crónica en España) definirá con claridad la realidad de la ERC en España. Datos del estudio piloto en Orense confirman una prevalencia de ERC del 12,7 %. Un 5,7 % corresponden a pacientes con ERC en estadios 3-5, esto es, con FG estimado inferior a 60 ml/min (10). Traducido a la población española actual (INE censo 2005), se traduciría en 4.425.000 adultos con ERC Estadios 1-5 y 1.770.000 con ERC E-3-5, esto es, con insuficiencia renal. La prevalencia de factores de riesgo cardiovascular, y especialmente la DM tipo 2 en esta población con ERC es muy superior a la población sana. (OR para DM: 4,481) (10)

En esta dicotomía DM - ERC no puede establecerse en todos los casos una relación causa-efecto, sino que los mismos factores patogénicos pueden influir en el desarrollo de estas dos patologías. Así, el síndrome metabólico, caracterizado por obesidad abdominal, hipertensión, hipertrigliceridemia, descenso de las HDL e hiperglucemia se ha asociado no sólo a un aumento en el riesgo de desarrollar DM y de sufrir eventos cardiovasculares, sino también ERC (11,12). Así, recientemente se ha sugerido que el riesgo de aparición de microalbuminuria y ERC aumenta de forma paralela al número de componentes del síndrome metabólico, independientemente de la edad, sexo, raza y la presencia de otros factores de riesgo de la ERC (13). Además, en un trabajo reciente del Estudio Framingham Heart, en un seguimiento a 7 años de 2398 pacientes, un 7 % desarrollaron ERC estadios 3-5. El riesgo de desarrollar ERC fue proporcional al estado glucémico de los pacientes. Así, en aquellos que basalmente presentaban intolerancia hidrocarbonada el riesgo fue de 1,65. En los que desarrollaron DM durante el seguimiento, el riesgo fue de 3,22 y los que ya tenían DM al inicio del seguimiento tuvieron un riesgo del 4,69 (14).

La microalbuminuria continua siendo el indicador más importante de fallo renal tanto en los diabéticos tipo 1 como los del tipo 2 y es el primer signo de nefropatía incipiente. Aproximadamente un 20-40 % de los pacientes con DM tipo 2 desarrollarán microalbuminuria (15) El riesgo de morbi-mortalidad cardiovascular tanto de la microalbuminuria como de la nefropatía diabética establecida es bien conocido (16-18) La propia ERC representa un factor de riesgo independiente de enfermedad cardiovascular (19-20). Por todo ello se hace necesario implementar estrategias que permitan detectar precozmente la existencia de ERC en todo paciente diabético, lo que permitirá iniciar tratamientos efectivos para prevenir la progresión de la lesión renal, optimizar el tratamiento de otros factores de riesgo cardiovascular modificables coexistentes y, lo que es especialmente importante en los DM añosos, disminuir la yatrogenia derivada de tratamientos no ajustados al grado de insuficiencia renal (21)

La enfermedad renal en la DM no sólo es el bien caracterizado curso evolutivo de la nefropatía diabética. De hecho hasta un 33 % de los adultos diabéticos con ERC estadios 3-5 no presentan albuminuria o retinopatía (22). En la mayoría de estos casos la ERC es consecuencia del ambiente aterogénico y del daño vascular sistémico consecuencia de los múltiples factores de riesgo cardiovascular de los pacientes con DM tipo 2.

DESPISTAJE DE ENFERMEDAD RENAL EN EL PACIENTE DIABETICO

A pesar de las recomendaciones de las distintas guías clínicas (23-25), en una gran proporción de diabéticos tipo 2 no se hacen pruebas de función renal (26). Las recomendaciones de la Nacional Kidney Foundation- KDOQI (27) y las de las Guías de HTA y Riñón de la Sociedad Española de Nefrología (28) son las de que en los pacientes en riesgo de ERC, entre los que se incluyen todos los diabéticos, debe de efectuarse una proteinuria y/o microalbuminuria en muestra simple de orina, un sedimento de orina y una estimación del FG a través de la creatinina sérica. (Tabla 2).

- En los DM tipo 2 se recomienda determinar la proteinuria al menos al diagnóstico de la enfermedad y una vez al año. En caso de que sea negativa, debe determinarse la microalbuminuria en muestra simple (Tabla 2) (29)

- La Creatinina sérica de forma aislada no es un buen marcador del FG, especialmente en los ancianos y en las mujeres, en los en un aproporción importante, la creatinina sérica puede estar en el rango de normalidad del laboratorio y existir insuficiencia renal (ERC estadio 3: Filtrado glomerular < 60 ml/min) (30). El aclaramiento de creatinina tampoco es un buen marcador, fundamentalmente por errores en la recogida de la muestra. Es por ello por lo que la utilización de estimaciones del filtrado glomerular a través de formulas a partir de la Creatinina sérica, especialmente la MDRD, o en su defecto, la de Cockcroft aporta una información mucho más exacta, y es la que debe de utilizarse anualmente en los DM tipo 2 como cribaje de ERC. (Tabla 2). Estudios recientes en grandes poblaciones han demostrado la conexión entre el filtrado glomerular estimado y la incidencia de eventos cardiovasculares y renales (31, 32). La tendencia de los últimos años es que los laboratorios incorporen a sus informes de laboratorio el filtrado glomerular estimado junto al valor de la creatinina sérica.

ESTRATEGIAS TERAPÉUTICAS EN EL DIABÉTICO CON ERC

El abordaje es multifactorial e incluye la utilización de fármacos hipotensores, preferentemente con bloqueantes del sistema renina-angiotensina, un buen control glucémico y el tratamiento de la dislipemia.

La utilización de hipotensores y especialmente de fármacos bloqueantes del sistema renina-angiotensina ha sido extensivamente evaluada y se han demostrado eficaces tanto en prevención primaria de la nefropatía diabética como en el tratamiento de la nefropatía ya establecida, ya que permiten disminuir la velocidad de progresión de la misma (16, 23). Los efectos beneficiosos de estos fármacos son mayores cuanto más precoz se detecta la ERC y han demostrado su coste-efectividad en varios estudios, tanto en EEUU como en España (33-37).

La hiperglucemia es necesaria para el desarrollo de nefropatía diabética. Sin embargo, el grado de control metabólico que es capaz de proteger a los pacientes de las complicaciones renales ha sido objeto de debate, ya que la evidencia científica disponible es mucho menor que la que existe con el tratamiento hipotensor. Sin embargo, el estudio UKPDS se demostró una relación lineal entre la hiperglucemia y el desarrollo y progresión del daño renal. Cualquier descenso del 1 % de la HbA1c, incluso por debajo del 7 % se acompañó de reducciones de 21% en la mortalidad y de un 37 % de descenso en la tasa de incidencia de micro-macroalbuminuria y retinopatía diabética (38). El objetivo a conseguir en el diabético es el mejor control glucémico posible mediante un tratamiento individualizado, combinando las diversas opciones de antidiabéticos orales que hoy existen y/o insulina, siempre teniendo en cuenta que si ya existe ERC, debe de ajustarse la dosis de los fármacos al FG o incluso evitarse la utilización de determinados fármacos..

La opción terapéutica que ha resultado más eficaz es el intensivo y multifactorial (39). El estudio Steno 2 demostró que este abordaje (consejo dietético, dejar de fumar, tratamiento intensivo de la dislipemia, hiperglucemia e hipertensión arterial, IECAs y aspirina), fue capaz de disminuir en un 50 % la progresión de las complicaciones microvasculares de la DM (40). En un análisis posterior tras 7,8 años de seguimiento, se confirmaron los datos anteriores y, además, un descenso del 53 % de los eventos cardiovasculares (41). Otros trabajos han demostrado que este abordaje permite también mantener a largo plazo la función renal y la normoalbuminuria en pacientes con DM y microalbuminuria (42)

Hay dos aspectos más a tener en cuenta en el tratamiento del diabético con ERC. El primero es la necesidad de un enfoque multidisciplinario en el que varios especialistas estén implicados. Así, diversos estudios prospectivos y retrospectivos han demostrado que los pacientes con ERC remitidos precozmente al nefrólogo mantienen más tiempo la función renal y, tienen menos morbi-mortalidad en fases avanzadas de la ERC (43-46). El segundo, y punto importante a tener en cuenta en todo paciente con ERC, es el de evitar la yatrogenia. Para ello es muy importante conoce el FG estimado y ajustar la dosis de fármaco a este filtrado glomerular. El paciente diabético con ERC es muy propenso al hipoaldosteronismo hiporreninémico y, por tanto a la hiperpotasemia, con lo que una especial precaución y una rigurosa monitorización debe hacerse con todos los fármacos que retengan potasio (IECAs, ARAII, AINEs, betabloqueantes y diuréticos ahorradores de potasio). Las pruebas radiológicas con contrastes deben de restringirse a lo estrictamente necesario, por el riesgo de agravar la nefropatía. Por último, el tipo y la dosis de antidiabético oral debe de ajustarse según las indicaciones que se harán en capítulos posteriores.



PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS FARMACOLÓGICAS DE LOS ANTIDIABÉTICOS ORALES

En este apartado citaremos las características más relevantes de esta clase de fármacos centrándonos sobre todo en aquellas que puedan ayudar a comprender mejor su efecto y a facilitar su buena utilización.Los fármacos antidiabéticos orales (ADO) comercializados en España junto con sus nombres comerciales, las diversas presentaciones y las dosis más frecuentemente utilizadas figuran en la Tabla 4.

1. Fármacos estimulantes de la liberación de insulina: sulfonilureas y meglitinidas 1.1. Sulfonilureas

Hace más de 50 años que se comenzaron a utilizar las sulfonilureas para el tratamiento de la hiperglucemia en pacientes con Diabetes mellitus tipo 2 (DM2). Son derivados de las sulfamidas en los que la estructura sulfonilurea es esencial para su efecto hipoglucemiante. Reducen la glucemia en ayunas una media de 60-70 mg/dl y la HbA1c entre un 0,8 y un 2%.

1.1.1. Mecanismo de acción

Tienen un mecanismo de acción antidiabético complejo, por un lado actúan sobre las células beta induciendo la secreción de insulina preformada, tanto basal como estimulada por la ingesta, para ello es preciso que las células beta sean funcionantes y por otra parte mejoran la captación y utilización de glucosa mediada por insulina en los tejidos periféricos. Reducen ligeramente la liberación de glucagón y pueden incrementar las concentraciones plasmáticas de insulina al reducir su aclaramiento hepático (47).

La potencia intrínseca de cada fármaco es importante para determinar la dosis más eficaz. No obstante, la respuesta clínica para controlar la hiperglucemia no es significativamente diferente entre los diversos secretagogos de insulina cuando se utilizan a sus dosis eficaces.

1.1.2. Características de sulfonilureas.

La gama de dosis que se utiliza es función de su potencia intrínseca, el inicio y la duración de la acción dependen de sus propiedades farmacocinéticas (Tabla 5).

Las sulfonilureas se metabolizan en el hígado dando lugar a metabolitos activos (glipizida), parcialmente activos (glibenclamida, glimiperida, gliquidona) e inactivos, que se excretan en cantidades mas o menos significativas por vía renal. La excreción biliar es significativa en gliburida y glimeperida y algo menor con glipizida. En el caso de las sulfonilureas que se eliminan por vía renal debe evitarse su utilización en pacientes con insuficiencia renal estadio 3,4 y 5. Es conveniente evitar la glibenclamida en pacientes con insuficiencia renal, incluso leve, debido a que varios de sus metabolitos se excretan por vía renal y son moderadamente activos con el consiguiente riesgo de hipoglucemia. Sin embargo, en alguna de ellas, la participación renal en su eliminación es limitada por lo que pueden utilizarse en insuficiencia renal aunque teniendo presente que siempre puede existir un cierto riesgo de aparición de hipoglucemias (48). Las sulfonilureas se metabolizan en el hígado dando lugar a diversos metabolitos activos, parcialmente activos e inactivos, que se excretan en cantidades mas o menos importantes por vía renal. La excreción biliar es significativa en gliquidona y en menor grado pero también significativo en glimeperida y glipizida. En caso de utilizar sulfonilureas en pacientes con insuficiencia renal se aconseja utilizar las de excreción biliar (Tabla 5).

El efecto secundario más frecuente de las sulfonilureas es la hipoglucemia. Además pueden producir: náuseas, vómitos, hiperacidez gástrica, dolor epigástrico, anorexia, diarrea, disgeusia, cefaleas, mareos y parestesias.

Muchos fármacos interaccionan con las sulfonilureas y siempre que el control de la diabetes se modifique inesperadamente, debe sospecharse una interacción medicamentosa. Entre los fármacos que potencian la acción de las sulfonilureas están el alcohol, ácido acetilsalicílico, beta bloqueantes, sulfonamidas, fenilbutazona, dicumarol, fibratos, IMAO, antidepresivos tricíclicos, IECA, AINE, alopurinol, antihistaminicos H2 y los esteroides anabolizantes. Reducen el efecto hipoglicemiante de las sulfonilureas: rifampicina, barbitúricos, anticonceptivos orales, tiazidas, corticoides y hormonas tiroideas. Las sulfonilureas están contraindicadas durante el embarazo.

1.2. Análogos de la meglitinida

Estimulan la secreción de insulina de forma similar a las sulfonilureas sus propiedades farmacocinéticas les confieren una rápida aparición de su efecto y una corta duración de acción. . Reducen la glucemia en ayunas una media de 60-75 mg/dl y la HbA1c entre un 0,8 y un 2%. Como todos los estimulantes de la secreción de insulina su efecto secundario mas importante es la inducción de hipoglucemia.

1.2.1. Repaglinida

Es un secretagogo de insulina no sulfonilurea (49). Su absorción oral es rápida alcanzando su concentración plasmática máxima (Cmax) en 1 hora. Su vida media en plasma es de 1 h. Se metaboliza en el hígado y sus metabolitos son inactivos. La duración de la acción de la repaglinida es de unas 4 h. Debido a su corta duración de acción, debe administrarse 15 minutos antes de cada comida y la incidencia de hipoglucemia es baja. La dosis usual es de 0,5 a 2 mg al inicio de cada comida. La dosis máxima por comida es de 4 mg y de 16 mg al día. La repaglinida reduce las oscilaciones de la glucemia tanto en ayunas como postpandrial.

La repaglinida se elimina principalmente por la bilis y por lo tanto, la excreción no se modifica en presencia de insuficiencia renal y no es necesario ajustar las. Solo el 8% de la dosis administrada se elimina por vía renal. Está contraindicada su utilización junto con el gemfibrozilo.

1.2.2. Nateglinida

La nateglinida es un secretagogo de insulina no sulfonilurea derivado de la fenilalanina. Su absorción oral es rápida (Cmax plasmática a las 1,5-2 h). Su vida media en plasma es de 1,4 h. Su indicación es casi exclusivamente la de reducir las oscilaciones de glucemia postpandrial (GPA). La nateglinida se administra a dosis de 120 mg antes de cada comida. Se puede reducir la dosis a 60 mg en pacientes con aumentos mínimos de la GPA.

En pacientes con insuficiencia renal estadios 3 y 4 es necesario reducir la dosis. Aunque existe una disminución del 49% en la Cmax de nateglinida en pacientes sometidos a diálisis, la disponibilidad sistémica y la semivida en los pacientes diabéticos con insuficiencia renal moderada o grave (aclaramiento de creatinina 15-50 ml/min) es comparable entre los pacientes que requieren hemodiálisis y las personas sanas. Aunque la seguridad no está comprometida en esta población, podría ser necesario ajustar la dosis ante una posible Cmax baja. No obstante, el hecho de que en España solo esté autorizado su uso asociada a metformina dificulta su uso en insuficiencia renal.

Las diferencias más significativas entre las sulfonilureas y las meglitinidas quedan reflejadas en la tabla 6

2. Metformina

En 1995 se introdujo en Estados Unidos la metformina para el tratamiento de la hiperglucemia en pacientes con DM2, después de haberse utilizado en Europa desde principios de la década de los 60. Actúa frente a factores de riesgo cardiovascular independientes del control glucémico. Puede ser útil en otras enfermedades asociadas a insulino-resistencia como el síndrome del ovario poliquístico.

La metformina es un miembro de la clase de las biguanidas, derivados de la guanidina. La metformina no conlleva el riesgo de producción de acidosis láctica, que tienen otras biguanidas, si se prescribe de forma adecuada y en la actualidad se utiliza como monoterapia o en combinación con otros antidiabéticos. .Reduce la glucemia en ayunas una media de 50-70 mg/dl y la HbA1c entre un 1,4 y un 1,8%.

3.1. Mecanismos de acción

Los principales mecanismos de acción de la metformina son (50): reduce la gluconeogenesis y aumenta la utilización de glucosa por el tejido muscular, disminuye la absorción intestinal de glucosa y sensibiliza los tejidos a la acción de la insulina reduciendo la resistencia a ella en los pacientes diabéticos.

Otros efectos de la metformina que contribuyen a reducir la glucemia comprenden la supresión (independiente de la insulina) de la oxidación de los ácidos grasos y la reducción de la hipertrigliceridemia. A través de estos efectos, la metformina reduce el suministro de energía para la gluconeogénesis y mejora el ciclo glucosa-ácido graso. La metformina también aumenta el metabolismo de la glucosa, sobre todo en el lecho esplénico, lo que puede tener efectos beneficiosos tanto sobre la reducción de la glucemia como sobre la estabilización del peso (51).

2.2. Farmacocinética

Las características farmacocinéticas de la metformina se resumen en la tabla 7.

2.3. Indicaciones

La metformina está indicada como monoterapia para el tratamiento de la hiperglucemia en pacientes con DM2 que no consiguen un buen control glucémico con medidas higiénico-dietéticas. Puede utilizarse en combinación con: secretagogos de insulina, inhibidores de la alfaglucosidasa, tiazolidindionas o insulina(52).

Los efectos beneficiosos potenciales contra varios factores de riesgo aterogénicos asociados a la resistencia a la insulina, no constituyen indicaciones específicas, pero resulta útil tenerlos en cuenta para la indicación de la metformina.

Los pacientes ancianos pueden ser tratados con metformina teniendo en cuenta las contraindicaciones, especialmente las referentes a la función renal. Los niños también pueden recibir metformina hasta una dosis máxima de 2000 mg diarios, aunque no se han realizado estudios con menores de 10 años. El uso en ancianos y en niños requiere su revisión frecuente (53).

2.4. Interacciones

Se debe utilizar con precaución cuando se administra con cimetidina, ranitidina, trimetoprim, etc. ya que disminuyen su eliminación. También se recomienda precaución al administrar fármacos que antagonizan la secreción de insulina o su acción (b-bloqueantes, corticoides, diuréticos, antagonistas del calcio).

2.5.Reacciones adversas

Las reacciones adversas que produce la metformina suelen ser bastante frecuentes pero de carácter leve. Las reacciones mas frecuentes consisten en síntomas digestivos. En general, los síntomas guardan relación con las dosis y suelen ser transitorios. Aparecen en el 5-20% de los pacientes. Los síntomas digestivos más frecuentes son

: sabor metálico, anorexia, náuseas, dolor abdominal, vomitos y diarrea. Estos síntomas se pueden reducir iniciando el tratamiento con dosis bajas (medio comp) preferiblemente en la cena, con los alimentos y aumentando la dosis paulatinamente. La reacción adversa más grave es la acidosis láctica. Aunque su frecuencia es muy baja (0.03/1000 pacientes/año) se produce sobre todo en pacientes con insuficiencia renal, hepática o cardiaca. El cuadro clínico suele comenzar por sensación de malestar general, mialgias, disnea y dolor abdominal. En los casos más graves aparece hipotermia , hipotensión y bradicardia que evolucionan hacia el coma(53).

Es muy raro que la metformina produzca hipoglucemia cuando se utiliza como monoterapia aunque puede aparecer cuando se maneja en asociación con otros antidiabéticos. Otras reacciones adversas que pueden presentarse son: cefaleas, calambres musculares, etc. Se recomienda suspender la administración del fármaco en el caso de que aparezca diarrea.

2.6. Contraindicaciones del tratamiento con metformina:

§ - Disminución de la función renal: Creatinina plasmática >1¿5 en varones y >1¿4 en mujeres o un aclaramiento < 60 ml/min

§ - Pacientes con insuficiencia cardiaca congestiva que precisan tratamiento farmacológico

§ - Pacientes > 80 años a menos que se confirme un aclaramiento de creatinina con función renal adecuada

§ - Hepatopatía

§ - Abuso crónico de alcohol

§ - Septicemia u otra enfermedad con disminución de la perfusión tisular

§ - Durante la administración intravenosa de contrastes radiológicos3. Inhibidores de la alfaglucosidasa

La oscilación glucémica postpandrial contribuye al desarrollo de complicaciones específicas de la diabetes (retinopatía, neuropatía, complicaciones vasculares). Los inhibidores de la alfaglucosidasa retrasan la digestión de los carbohidratos complejos y reducen significativamente la oscilación insulinémica y glucémica postpandrial, independientemente del tratamiento que se esté siguiendo y del tipo de diabetes (tipo 1 o tipo 2) (54). Reducen la glucemia en ayunas una media de 35-40 mg/dl y la HbA1c entre un 0,4 y un 0,7%.

3.1. Mecanismo de acción

Los inhibidores de la alfaglucosidasa son supresores competitivos de las enzimas del borde en cepillo de los enterocitos que son necesarias para hidrolizar los oligosacáridos y los polisacáridos y convertirlos en monosacáridos. En general, los carbohidratos se absorben rápidamente y casi en su totalidad en la primera parte del intestino delgado. Con los inhibidores de la alfaglucosidasa, la absorción y la digestión de los carbohidratos se retrasa y se prolonga por todo el intestino delgado, lo que conlleva un menor aumento de la glucosa plasmática postpandrial en la diabetes mellitus tanto tipo 1, como tipo 2. Hay dos inhibidores de la alfaglucosidasa: acarbosa

, y miglitol. Sus perfiles farmacológicos son similares y la acarbosa es la más ampliamente disponible y utilizada.

Debido a su mecanismo de acción, los inhibidores de la alfaglucosidasa deberían tomarse durante los primeros 15 minutos de cada una de las tres principales comidas. El mecanismo de acción también explica la necesidad de iniciar el tratamiento con una dosis baja y aumentarlo lentamente para reducir al mínimo los efectos secundarios gastrointestinales. Cuando se inicia el tratamiento con una dosis pequeña, la escasa cantidad de carbohidratos que llega a la parte distal del intestino delgado inducirá la síntesis de alfaglucosidasas con lo que se reduce al mínimo la carga de carbohidratos que llegan a intestino grueso. En el colon su fermentación es la responsable de que se produzca flatulencia y diarreas.

La monoterapia

, per se , de estos fármacos no produce hipoglucemia. La adición de un secretagogo o insulina puede producir hipoglucemia. En estos caso de hipoglucemia se aconseja corregirla con glucosa, ya que la digestión de sacarosa u otros hidratos de carbono complejos estaría retrasada.3.2. Farmacocinética

La acarbosa prácticamente no se absorbe. El miglitol se absorbe bien, no se metaboliza y se elimina por vía renal con una semivida de 2-3 horas. Sus concentraciones plasmáticas aumentan en pacientes con insuficiencia renal.

3.3. Dosificación

Se recomienda comenzar con una dosis pequeña y después aumentar lentamente dependiendo de la tolerancia gastrointestinal y de la eficacia clínica. Algunos estudios, pero no todos, sugieren que se obtiene el mejor balance beneficio/riesgo con dosis de 50 mg, 3 veces al día(55,56). La titulación debería basarse en la glucemia postpandrial al cabo de una hora. Si los efectos secundarios gastrointestinales se convierten en significativos durante la titulación, se debe reducir la dosis temporalmente porque se reducen con el tiempo. La eficacia del tratamiento se manifiesta ya en la primera semana y se mantiene a largo plazo.

3.4. Contraindicaciones

Las contraindicaciones son: malabsorción intestinal, enfermedad inflamatoria intestinal, obstrucción intestinal y la insuficiencia hepática. Sin embargo, algunos estudios han sugerido que la acarbosa es segura en pacientes con insuficiencia hepática grave. También está contraindicada en insuficiencia renal estadio 3-4, en mujeres gestantes o lactantes y en niños menores de 12 años, debido a falta de datos en estos grupos de pacientes. El miglitol esta contraindicado en todas las fases de insuficiencia renal

4. Tiazolidindionas (glitazonas)

Su acción primaria es reducir la resistencia periférica a la insulina e incrementar su acción pero sin que aumente su secreción. También actúan frente a varios componentes del síndrome metabólico. Están aprobadas

para uso clínico dos tiazolidindionas que son la pioglitazona y la rosiglitazona. Amplios ensayos clínicos y su utilización en varios millones de pacientes con DM2 han demostrado su eficacia y seguridad y sobre todo que no presentan una hepatotoxicidad significativa (52,57) .Reducen la HbA1c entre un 0,5 y un 1,5%. Las glitazonas producen un efecto gradual sobre la reducción de la glucosa al principio del tratamiento, alcanzándose la respuesta máxima tras aproximadamente 8 semanas de su inicio.

4.1. Mecanismo de acción

Las glitazonas ejercen sus efectos primarios a través de la activación de receptores nucleares específicos denominados receptores activados por proliferadores de perosixomas (PPAR). Hay tres subtipos de estos receptores: PPAR-α, PPAR-γ y PPAR-δ. La mayoría de los datos sugiere que los efectos antidiabéticos de las glitazonas están relacionados con su capacidad para unirse al subtipo PPAR-γ y activarlo(58,59)

4.2. Rosiglitazona

El tratamiento con rosiglitazona se suele iniciar con 4 mg/día y se puede incrementar hasta 8 mg al día después de ocho semanas si se precisa un mejor control de la glucemia. Se puede administrar en una o dos tomas diarias, con o sin alimentos.

La biodisponibilidad absoluta de la rosiglitazona se aproxima al 99% después de administrar una dosis oral de 4 o de 8 mg. La Cmax de rosiglitazona se alcanza aproximadamente una hora después de la administración.

La rosiglitazona es metabolizada fundamentalmente en el hígado (CYP2C8/9) y aunque su principal metabolito es excretado por vía renal, este es inactivo(60,61). Su semivida es de 3-4 horas. No se precisa ajuste de dosis en enfermos con insuficiencia renal leve o moderada. Se dispone de datos limitados en pacientes con insuficiencia renal severa (aclaramiento de creatinina < 30 ml/min), por tanto rosiglitazona debe utilizarse con precaución en estos pacientes aunque no se ha observado ninguna diferencia clínicamente significativa en la farmacocinética de la rosiglitazona entre los enfermos con insuficiencia renal o enfermedad renal terminal en régimen de diálisis crónica. En principio, no es necesario ajustar la dosis en los ancianos. No se debe utilizar rosiglitazona en pacientes con insuficiencia hepática (enfermedad hepática establecida o elevación de las transaminasas por encima de 2¿5 de sus valores de normalidad) e insuficiencia cardiaca.

La rosiglitazona se utiliza tanto en monoterapia como en combinación con otros antidiabéticos de administración oral. En España no está indicada su asociación con insulina aunque esta asociación se utiliza en Estados Unidos y Europa.

4.3. Pioglitazona

Pioglitazona está indicada como monoterapia oral en pacientes con DM2, especialmente en pacientes con sobrepeso, controlados inadecuadamente por la dieta y el ejercicio, para los que la metformina no es apropiada por contraindicaciones o intolerancia. Pioglitazona está también indicada para el tratamiento en combinación en pacientes con DM2 con control glucémico inadecuado, independientemente de la dosis máxima tolerada, con metformina o sulfonilurea: en combinación con metformina especialmente en pacientes con sobrepeso, o en combinación con una sulfonilurea en pacientes que presentan intolerancia a la metformina o para los que la metformina está contraindicada.

La pioglitazona está contraindicada en pacientes con hipersensibilidad a la pioglitazona o a alguno de los excipientes, en insuficiencia cardíaca, en insuficiencia hepática (enfermedad hepática establecida o elevación de las transaminasas por encima de 2¿5 de su valores de normalidad) y en asociación con insulina.

Los estudios sobre interacciones han demostrado que la pioglitazona no afecta de forma relevante ni a la farmacocinética ni a la farmacodinamia de la digoxina, warfarina y metformina. La administración concomitante de pioglitazona con sulfonilureas no parece afectar a la farmacocinética de la sulfonilurea. Los estudios en humanos no sugieren inducción sobre el principal citocromo inducible, el P450 1A, 2C8/9 y 3A4. Los estudios in vitro no han mostrado inhibición de ninguno de los subtipos del citocromo P450. No es esperable que se produzcan interacciones con sustancias metabolizadas por estos enzimas (p. ej. anticonceptivos orales, ciclosporinas, bloqueadores de los canales de calcio ni de los inhibidores de la HMGCoA reductasa).

En pacientes con insuficiencia renal, las concentraciones plasmáticas de pioglitazona y sus metabolitos son menores que las observadas en individuos con la función renal normal. Sin embargo, el aclaramiento de la sustancia original es similar. Por tanto, la concentración de pioglitazona libre permanece inalterada, por lo que su uso no está contraindicado en pacientes con insuficiencia renal.

Tanto con la rosiglitazona como con la pioglitazona, en casos de insuficiencia renal estadio 2 y 3 pueden producir alguna retención de líquidos, por lo que se recomienda vigilar más estrechamente a los pacientes con insuficiencia cardiaca. En los pacientes en diálisis no existiría este problema ya que el manejo de la eliminación de agua y sal por la diálisis no está afectado. Producen también anemia, con reducción de las concentraciones de hemoglobina y aumento de peso. No se han evaluado la seguridad y la eficacia en pacientes con insuficiencia renal estadio 4 y 5, aunque la pioglitazona no muestra acumulación renal con aclaramientos superiores a 4 ml/min y por tanto no parece precisar ajuste de dosis. Su uso en estos estadios debe ser acompañado de una vigilancia estrecha.

4.3. Reacciones adversas.

Las reacciones adversas que producen suelen ser de escasa entidad y frecuencia (2%). Las más frecuentes son diarrea, aumento del apetito, flatulencia, cefalea y anemia. Con la pioglitazona se ha descrito la presencia de trastornos de la visión sobre todo al principio del tratamiento, debido probablemente a alteraciones temporales de la turgencia y el índice refractario de las lentes oculares por la modificación de la glucemia.



INDICACIONES CLINICAS DE LOS ANTIDIABÉTICOS ORALES EN INSUFICIENCIA RENAL ANTES DEL TRATAMIENTO RENAL SUSTITUTIVO. Introducción

La diabetes tipo 2 (DM 2) constituye una enfermedad con una alta prevalencia en la sociedad. Así se estima que en España es del 6-10% con un porcentaje similar de diabetes desconocida (62) Para llegar a comprender la DM-2 y todo lo referente a su manejo es necesario conocer su fisiopatología y cual es el proceso que sigue hasta su aparición. La DM tipo 2 representa aproximadamente el 90-95% de los individuos con diabetes. Probablemente el determinante más importante para el incremento de la prevalencia de DM tipo 2 es el enorme aumento de la obesidad y sobrepeso. La relevancia clínica de la obesidad viene dada porque predispone al desarrollo de DM tipo 2 y a enfermedad cardiovascular. Se estima que el 80 % de la diabetes tipo 2 puede ser atribuible al efecto combinado de la inactividad y el sobrepeso/obesidad.

No obstante la etiología específica de la diabetes es desconocida. Para llegar a la hiperglucemia clínica suele ser necesario que el paciente presente resistencia a la insulina y cierto grado de disfunción de la célula beta (63). En la mayoría de las ocasiones el mecanismo inicial predomínate es la resistencia a la insulina. Además, cada uno de esto factores puede estar influenciado por otros elementos ambientales o genéticos , lo que dificulta determinar la causa exacta de la DM-2 en un individuo.

Es de destacar que la DM 2 es una enfermedad crónica y compleja que dificulta la eficacia del tratamiento a largo plazo. En la actualidad, existe un extenso rango de antidiabéticos orales (ver sección 2) eficaces para el tratamiento de la DM 2. Por otro lado, es importante destacar que en el momento del diagnostico de la DM 2, entre un 20-50% de los pacientes presentan complicaciones microvasculares y macrovasculares. El control metabólico ha demostrado ser eficaz para la prevención de las complicaciones microvasculares (38,64).

La elección inicial del fármaco antidiabético oral en monoterapia se basa en las condiciones clínicas y bioquímicas del paciente, en su tolerabilidad y en su seguridad

Los antidiabéticos orales deben iniciarse cuando el control metabólico con las medidas no farmacológicas (mediadas dietéticas y actividad física) no alcanzan el control de glucemia deseable. La mayoría se inician en monoterapia a dosis bajas y se va titulando la dosis dependiendo del control de glucemia alcanzado, para lo cual se monitoriza los valores de Hba1c. Es de destacar que la eficacia terapéutica es de similar magnitud con cualquiera de ellos con un descenso en la HbA1c de aproximadamente 1-1.5% (41,65-68); excepto acarbosa que es menor (aproximadamente 0.5-1%) (59-71). La dosis en monoterapia son gradualmente aumentadas, aunque determinadas clases farmacológicas como las sulfonilureas tienen su eficacia máxima a dosis del 50% sobre su posible dosis máxima comercializada.

La mayoría de los antidiabéticos orales pueden utilizarse en combinación entre ellos o con insulina. Lo que es más el uso combinado de distintos antidiabéticos orales a dosis submáximas consigue mayor control metabólico que la monoterapia a dosis máximas y con menos efecto adversos (72). En numerosos pacientes diabéticos de larga evolución suele ser necesario añadir insulina al tratamiento con agentes orales para el control metabólico ya que en fases avanzadas de la enfermedad existe un déficit de insulina.

Por otro lado, los pacientes con DM 2 e insuficiencia renal añaden una mayor dificultadad a la hora de elegir el tratamiento hipoglucemiante adecuado por dos motivos principalmente. Por un lado, la insulina se aclara por el riñón, de manera que, en casos de insuficiencia renal, la vida media de la insulina se prolonga y sus necesidades descienden (73). En segundo, lugar gran parte de los antidiabéticos orales son eliminados por vía renal, la falta de función de este órgano puede implicar su acumulación con las consecuencias tóxicas o la prolongación de su efectos secundarios (74,75). Por estas razones el uso de antidiabéticos orales en insuficiencia renal suele estar limitado.

INDICACIONES DE LOS SECRETAGOGOS DE INSULINA

Sulfonilureas.

La sulfonilureas han sido los fármacos antidiabéticos orales más ampliamente utilizados en los últimos 50 años; fueron consideradas fármacos de primera elección en los pacientes con DM 2. En la actualidad, son preferiblemente utilizadas en los pacientes sin obesidad y sin sobrepeso. En general, los candidatos ideales para el tratamiento con sulfonilureas son los pacientes con diabetes tipo 2 que tienen una deficiencia significativa de insulina, pero mantienen un funcionamiento de las células beta suficiente para responder a la estimulación por los secretagogos.

Las sulfonilureas presentan como principal efecto secundario la hipoglucemia especialmente en pacientes con insuficiencia renal. La clorpropamida (sulfonilurea de primera generación) presenta una larga vida media y excreción renal; sería la sulfonilurea menos recomendada en pacientes con alteración de la función renal. Esta contraindicada en insuficiencia renal, estadios 3, 4 y 5.Las sulfonilureas de segunda generación (gliburide, glipizida, glimepirida) tienen menor vida media. El aclaramiento renal de gliburide o glibenclamida no se correlaciona con la función renal y la droga no parece acumularse en insuficiencia rena (76). Sin embargo, se recomienda evitarla en insuficiencia renal debido a que varios de sus metabolitos se excretan por vía renal y son moderadamente activos con el consiguiente riesgo de hipoglucemia(77-79).

La glipizida y glimepirida son de eliminación fundamentalmente renal. De manera, que la glipizida se elimina en forma de metabolitos la mayoría inactivos, por lo que puede ser utilizada en insuficiencia renal, estadios 1, 2 y 3 debe evitarse en insuficiencia renal, estadios 4 y 5. La glimepirida debe evitarse en insuficiencia renal, se han descrito numerosos casos de hipoglucemias severas por acumulación de sus metabolitos (79). Por último la gliquidona, al ser eliminada exclusivamente por bilis, es la sulfonilurea con menor eliminación renal por lo que seria de elección pacientes con insuficiencia renal estadios 1 y 2.

En resumen, en insuficiencia renal avanzada, (estadios 4 y 5) debe evitarse el uso de sulfonilureas. En insuficiencia renal leve-moderada (estadio 3), pueden utilizarse siendo de elección la gliquidona, y en segundo lugar al glipizida y glimepirida.

Repaglinida y Nateglinida

Están indicados en DM 2 para el control de los picos postprandiales de hiperglucemia.

La repaglinida se elimina principalmente por la bilis y por lo tanto, la excreción no se modifica en presencia de insuficiencia renal. Solo el 8% de la dosis administrada se elimina por vía renal. No es necesario ajustar la dosis en insuficiencia renal (80). Por el contrario, la nateglidina tiene un metabolismo hepático con la formación de numerosos metabolitos activos, que se elimina por vía renal. Debe contraindicarse en insuficiencia renal, estadios 3 y 4 (81). El problema en el uso práctico de nateglinida es que precisa visado de inspección técnica. Su uso es en combinación con metformina, por lo cual su uso tiene las contraindicaciones de la metformina.

Metformina

Constituye una biguanida de amplio uso en la actualidad en el tratamiento de la DM2, especialmente en los pacientes con sobrepeso/obesidad o resistencia a la insulina.

La metformina está indicada como monoterapia para el tratamiento de la hiperglucemia en pacientes con DM2 que no consiguen un buen control glucémico con medidas higiénico-dietéticas. Puede utilizarse en combinación con: secretagogos de insulina, inhibidores de la alfaglucosidasa, tiazolidindionas o insulina.

Los efectos beneficiosos potenciales contra varios factores de riesgo aterogénicos asociados a la resistencia a la insulina, no constituyen indicaciones específicas, pero resulta útil tenerlos en cuenta para la indicación de la metformina.

Los pacientes ancianos pueden ser tratados con metformina teniendo en cuenta las contraindicaciones, especialmente las referentes a la función renal. Los niños también pueden recibir metformina hasta una dosis máxima de 2000 mg diarios, aunque no se han realizado estudios con menores de 10 años. El uso en ancianos y en niños requiere su revisión frecuente.

La eliminación de la metformina es renal, por lo que está contraindicada en pacientes con insuficiencia renal (creatinina sérica > 1,5 mg/dl en hombres; > 1,4 mg/dl en mujeres), fundamentalmente por el riesgo de acidosis láctica. En personas ancianas, para quienes la creatinina sérica no es una medida fiable de la función renal, la metformina está contraindicada si el aclaramiento de creatinina está bastante alterado (< 60 ml/min/1,73 m2). No obstante, su uso en estadio 3 podría realizarse siempre que se realice una valoración clínica cuidadosa de las necesidades y los problemas del paciente y además un seguimiento analítico frecuente de la función renal y la gasometria del enfermo. En el resto de los casos debería revisarse la función renal al menos cada año mientras se sigue el tratamiento con metformina.

Se sugiere suspender temporalmente el tratamiento con metformina durante unas 48 h durante y después del uso de un medio de contraste intravascular o cirugía hasta que resulte evidente que se ha restablecido la función renal normal(82). En general, debería suspenderse su administración siempre que exista algún procedimiento intercurrente que pueda afectar a la función renal o al equilibrio acido-base del enfermo.

Además, la metformina está contraindicada en ancianos (>80 años) y en pacientes con insuficiencia cardiaca. Sin embargo, los resultados de grandes meta-análisis han demostrado que metformina no incrementa el riesgo de acidosis láctica en DM2, incluso en aquellos con contraindicaciones(83).

En resumen las contraindicaciones de la metormina son:

  • Hipersensibilidad a metformina.
  • Insuficiencia renal si el aclaramiento de creatinina está bastante alterado (< 60 ml/min/1,73 m2), o creatinina sérica > 1,5 mg/dl en hombres; > 1,4 mg/dl en mujeres
  • Patología aguda que indique riesgo de alteración de la función renal: deshidratación, shock, infección grave, administración intravascular de contrastes yodados.
  • Insuficiencia hepática, alcoholismo agudo,
  • Lactancia
  • En ancianos (>80 años) y en pacientes con insuficiencia cardiaca.

Inhibidores de la alfaglucosidasa

La acarbosa es la más utilizada. Se absorbe escasamente un 5% desde el tracto gastrointestinal. Su metabolismo intestinal produce hasta 13 metabolitos activos. Su uso en insuficiencia renal, estadios 3,4 y5 está contraindicada por la acumulación de sus metabolitos (84).

Miglitol tienen una amplia absorción sistémica. Se acumula en pacientes con disfunción renal, por lo que en cualquier grado de insuficiencia renal está contraindicado(85).

Además, los efecto adversos fundamentales son la alteración de las enzimas hepáticas y gastrointestinales. Es de destacar que suelen utilizarse en combinación con otros antidiabéticos orales, y que tanto la acarbosa como miglitol reducen la absorción de estos. También es de destacar que su uso dificulta el tratamiento oral de una hipoglucemia sintomática.

Tiazolidindionas

Son hipoglicemiantes cuya acción primaria es reducir la resistencia periférica a la insulina e incrementar su acción pero si que aumente su secreción. También actúan frente a varios componentes del síndrome metabólico. Son agonista selectivo del receptor nuclear PPAR-γ (86). Reduce la glucemia disminuyendo la resistencia a la insulina en el tejido adiposo, el músculo esquelético y el hígado.

Su metabolismo es hepático, formándose varios metabolitos. No se acumulan en insuficiencia renal, de hecho ambas glitazonas presentan un area bajo la curva menor en pacientes con insuficiencia renal severa, quizás por su reducción en al unión a proteinas. Por lo tanto, no se precisa ajuste de dosis en enfermos con insuficiencia renal leve o moderada. Se dispone de datos limitados en pacientes con insuficiencia renal severa (aclaramiento de creatinina < 30 ml/min), por tanto rosiglitazona debe utilizarse con precaución en estos pacientes aunque no se ha observado ninguna diferencia clínicamente significativa en la farmacocinética de la rosiglitazona entre los enfermos con insuficiencia renal o enfermedad renal terminal en régimen de diálisis crónica. En principio, no es necesario ajustar la dosis en los ancianos. No se debe utilizar rosiglitazona a pacientes con insuficiencia hepática, definida por elevación de los niveles de transaminasas (GOT y GPT) >2.5 el limite superior de la normalidad. En pacientes con insuficiencia renal, las concentraciones plasmáticas de pioglitazona y sus metabolitos son menores que las observadas en individuos con la función renal normal. Sin embargo, el aclaramiento de la sustancia original es similar. Por tanto, la concentración de pioglitazona libre permanece inalterada, por lo que su uso no está contraindicado en pacientes con insuficiencia renal leve. No se dispone de información sobre el uso de pioglitazona en pacientes dializados por lo que no se debe utilizar en estas circunstancias (87-89).

Tanto con la rosiglitazona como con la pioglitazona, en casos de insuficiencia renal leve o moderada (ClCr entre 30-90 ml/minuto) pueden producir alguna retención de líquidos, por lo que se recomienda vigilar más estrechamente a los pacientes con insuficiencia cardiaca.

Están contraindicadas en caso de insuficiencia cardíaca (90) o hepatopatía. En Europa está contraindicada su uso asociado a insulina.

Algoritmo práctico para el tratamiento de DM2

Los objetivos de control son mantener cifras de HbA1c < 7%. Para ello se debe iniciar siempre medidas higiénico dietéticas y no se alcanza el objetivo se debe iniciar tratamiento hipoglucemiante. En la figura 1 se visualiza el abordaje terapéutico adaptado del documento de consenso parta el manejo de la diabetes tipo 2.

En los casos de insuficiencia renal los fármacos antidiabéticos orales que pueden usarse dependiendo del grado de alteración de la función renal está recogido en al tabla 1.



ANTIDIABETICOS EN HEMODIÁLISIS Y DIÁLISIS PERITONEAL

A principios del tratamiento diálitico crónico se publicaron varios casos de hipoglucemia mantenida y refractaria a tratamiento en pacientes en hemodiálisis, la mayor parte de ellos con clorpropamida, un antidiabético actualmente de escaso uso cuya vida media se prolonga hasta 200 horas en la insuficiencia renal (91). Desde entonces en nuestro país se ha recomendado el uso de insulina en estos pacientes aunque hay escasos casos publicados posteriormente de hipoglucemia con antidiabéticos orales en hemodiálisis, sin embargo, la ausencia de datos puede estar sesgada por no considerarse interesante su publicación. No obstante, un 28% de los enfermos diabéticos en hemodiálisis en Estados Unidos recibe tratamiento con ADO, la mayor parte de ellos con sulfonilureas y el resto con tiazolidindionas (92). Por otra parte, un dato importante a considerar es que los casos publicados recibían tratamiento con dializado sin glucosa, lo que es infrecuente en la actualidad.

Se ha sugerido que la tolbutamida (una droga no utilizada en la actualidad por haberse comunicado un aumento de mortalidad cardiovascular con su uso(93) podría estar indicada en estos casos por su corta vida media y la ausencia de actividad de su metabolitos eliminados por vía renal, pero no existe ningún estudio que atestigüe la seguridad de este fármaco(94-96). Por el contrario, la nateglinida administrada durante 3 meses a pacientes en hemodiálisis mostró una acumulación de su metabolito activo, que disminuía tras hemodiálisis, pero sin que se describieran episodios de hipoglucemia(97). La hemodiálisis tampoco parece modificar la farmacocinética de la rosiglitazona(98).Un pequeño estudio retrospectivo recoge los resultados de un grupo de 40 pacientes hemodializados que recibían tratamiento con rosiglitazona o pioglitazona indistintamente: No se comunican episodios hipoglucémicos pese a la mejoría del control metabólico, pero si un aumento de la ganancia de peso interdiálisis y tres episodios de insuficiencia cardiaca. También se detectó un pequeño descenso del hematocrito. Además se observó una pequeña reducción de la presión arterial(99).

La diálisis peritoneal presenta características diferenciales con la hemodiálisis, particularmente su mayor duración en el tiempo lo que mejora su eficacia depurativa. La rosiglitazona asociada a insulinoterapia se ha ensayado en pacientes tratados con esta técnica permitiendo reducir la insulina utilizada sin que aparecieran episodios de hipoglucemia(100). No hay datos con otros antidiabéticos orales solos o en asociación.

  • Mientras no existan otros datos, los pacientes en hemodiálisis deben ser tratados con insulinoterapia, al igual que los pacientes en diálisis peritoneal. La nateglinida sería la única alternativa posible, aunque su seguridad debería ser confirmada en estudios más amplios y este uso no se encuentra recogido en su ficha técnica.
  • La rosiglitazona, con cuidadosa monitorización, podría ser un coadyuvante para controlar la glucemia en pacientes insulinizados en diálisis peritoneal pero la asociación de insulina y tiazolidindionas no está autorizada en Europa.
  • La posibilidad de usar antidiabéticos orales en hemodiálisis merecería estudios de seguridad adecuados que hasta ahora no han sido realizados y no debería ser excluida en los usos clínicos habituales puesto que es utilizada habitualmente en otros países. No obstante, será preciso buscar los fármacos con mejor perfil de seguridad.


DIABETES MELLITUS Y TRASPLANTE RENAL

El tratamiento de la diabetes mellitus después del trasplante renal (DMPT)se está convirtiendo en un importante problema para los nefrólogos trasplantadores. Las razones para ello son múltiples:

1. Hoy en día la nefropatía secundaria a la diabetes mellitus es la causa más frecuente de entrada en tratamiento renal sustitutivo (TRS) en casi todas las naciones desarrolladas, comenzando por España (101). En consecuencia, el número de pacientes diabéticos se ha incrementado pese a que la comorbilidad asociada a estos enfermos frecuentemente dificulta su inclusión en las listas de trasplante. Sin embargo este grupo de enfermos bien son diabéticos insulin-dependientes en origen o bien han evolucionado a la fase insulin-dependiente de la diabetes tipo II y por tanto raramente pueden ser tributarios del uso de ADO.

2. Un pequeño grupo de pacientes diabéticos pueden alcanzar el trasplante renal sin haber llegado a la fase de insulin-dependencia (probablemente por enfermedades renales diferentes a la nefropatía diabética). La diabetes mellitus es el factor de comorbilidad mas frecuentemente asociado al TRS en Europa (de tal manera que un 27% de los diabéticos dializados lo son por causas diferentes a la nefropatía diabética) (102). Aunque generalmente estos pacientes habrán sido tratados con insulina durante el periodo previo de TRS, podrían recibir tratamiento con ADO si la función renal postrasplante lo permitiera.

3. Por último, la recepción de un injerto renal puede ser una causa de la aparición, o quizá debería decirse el desenmascaramiento, de la diabetes mellitus. Es un hecho conocido hace tiempo que la DM puede aparecer después del trasplante y en su génesis influyen diversos factores que serán discutidos en el siguiente apartado(103). La modificación de las cifras de glucemia diagnósticas de diabetes mellitus en los últimos documentos de consenso ha significado también un incremento del número de diabéticos ¿de novo¿ con hiperglucemia leve que aparecen después de un trasplante renal(104). Además, la aparición de este problema condiciona un incremento del riesgo cardiovascular desde el primer momento del diagnóstico (105,106).

PATOGENIA DE LA DMPT

La inmunosupresión juega un papel fundamental en la aparición de diabetes postrasplante. por el uso de dosis elevadas de corticoides (diabetes esteroidea similar a la de los pacientes no trasplantados). Este trastorno se minimiza a medida que las dosis de esteroides se van reduciendo(107,108). Puesto que las dosis de esteroides se han reducido en los últimos años o incluso se han preconizado protocolos de retirada temprana o a medio plazo de los mismos el problema también debería haber tendido a disminuir, pero entre los últimos inmunosupresores introducidos en el arsenal terapéutico el tacrolimus posee una importante capacidad diabetógena, más acusada en los pacientes de raza no caucásica. Comparado con la ciclosporina el tacrolimus duplica el número de casos de diabetes postrasplante (109). El tacrolimus no actúa sobre la inhibición de la secreción de insulina ni de toxicidad para la célula pancreática. El tacrolimus produce un descenso de la producción de insulina inducido probablemente en relación con su propio mecanismo de acción, suprimir la expresión estimulada por Ca de ciertos genes en los linfocitos T, eliminando la transcripción de los genes de la insulina (110). Al igual que ocurre con los corticoides, el descenso progresivo de las dosis de tacrolimus después del trasplante corrige en buena parte este problema, puesto que la acción del fármaco es reversible y no persistente tras interrumpir su administración. Una posible alternativa, tanto desde el punto de vista de la inmunosupresión como de la corrección de la diabetes, es la sustitución del tacrolimus por otro agente anticalcineurínico, como puede ser la ciclosporina (111). Pero este cambio en el tratamiento tan sólo reduce las dosis de insulina necesarias para un adecuado control glucémico, no disminuye el número de pacientes que necesitan el uso de ADO (112).

La influencia de la ciclosporina y la rapamicina no está clara.Estos agentes actúan sobre la resistencia a la insulina presente en el paciente trasplantado renal y particularmente en aquéllos que presentan diabetes ¿de novo¿ después de recibir un injerto renal(113). Puesto que la insulin-resistencia también se asocia a la presencia de hipertensión arterial en el trasplante, todo ésto podría contemplarse dentro del proceso que se ha dado en llamar de síndrome metabólico. De hecho, se ha confirmado en trasplantados renales la presencia de las alteraciones metabólicas constitutivas del síndrome metabólico(114) y, lo que es más importante, su asociación con la existencia de complicaciones cardiovasculares(115). No obstante, la existencia de un probable defecto funcional pancreático puede ser un elemento importante en algunos pacientes y es una señal de mal pronóstico en cuanto a la recuperación (116). Al ser un problema relacionado con la edad, explicaría también que la edad sea un factor relacionado en diversos estudios con la aparición de DMPT (117-119).

Otro factor que se ha asociado a la presencia de resistencia a la insulina después del trasplante es el tratamiento con betabloqueantes, lo cual concuerda con los efectos conocidos de los betabloqueantes y los resultados de ciertos estudios recientes en hipertensión sobre la aparición de nuevos casos de diabetes. Lo mismo ocurre con el uso de diuréticos. En el sentido contrario los inhibidores del enzima conversora de angiotensina aumentan la secreción de insulina(118).

Las infecciones por virus se han relacionado epidemiológicamente con la aparición de diabetes mellitus después del trasplante renal es pacientes con infección previa por virus de la hepatitis C(120). También se ha señalado la posible influencia de la infección por citomegalovirus(118).

En un estudio de corte transversal trealizado en España (Estudio HIGLU) entre Noviembre y Diciembre de 2004, en portadores de un trasplante de órgano sólido, se ha analizado la incidencia de DMPT en 96 Unidades de Trasplante se ha incluído 2.178 pacientes portadores de un trasplante:. La prevalencia global de DMPT en dicho estudio es del 17,4%, correspondiendo a un 13,4% en el caso del trasplante renal. El 24,2 % de los pacientes presentaron la DMPT ya durante la primera semana del mismo, y un 59,7% dentro del primer año post TR. Globalmente se constató que la DMPT se presentaba con mayor frecuencia en los pacientes tratados con tacrolimus que con ciclosporina. El antecedente familiar de DM se comprobó más frecuentemente en los pacientes que desarrollaron DMPT renal. También fue más frecuente en los trasplantados VHC positivo (23,7%)(121).

Los factores implicados en el desarrollo de DMPT se resumen en la Figura 4. En la Tabla 8 se explican someramente los mecanismos implicados en la diabetogénesis de los fármacos inmunosupresores.

USO DE ANTIDIABÉTICOS ORALES DESPUES DEL TRASPLANTE

La glizipida no afecta el metabolismo ni los niveles de la ciclosporina(122), pero entre las sulfonilureas utilizadas en España es la que presenta mayor eliminación por via renal (80%) y no existen estudios prospectivos sobre su seguridad. Datos de un estudio sobre inmosupresión sugieren que la gliclazida ha sido utilizada sin problemas en pacientes inmunosuprimidos con micofenolato y tacrolimus con una creatinina media de 1,54 mg/dl(123). La gliburida no parece afectar los niveles de sirolimus pero no hay datos directos sobre su seguridad o efectividad después del trasplante renal (ver más abajo en asociación con rosiglitazona)(124). La glibenclamida, por inhibición del citocromo P3A4, eleva los los niveles de ciclosporina(125). No se han encontrado datos valorables con otras sulfonilureas. Tampoco hay datos publicados sobre el uso de metiglinidas en la diabetes postrasplante. No existen estudios controlados sobre el uso de inhibidores de la alfaglucosidasa ni de metformina.

La rosiglitazona ha sido ensayada en pequeños estudios prospectivos no controlados después del trasplante renal. Según estos estudios, administrada sola en pacientes con un aclaramiento medio de 54 ml/min, reduce la resistencia a la insulina, los niveles plasmáticos de glucosa y mejora la función endotelial con escasos efectos secundarios(126). Asociada a gliburida o insulina obtiene una disminución significativa de la hemoglobina glicosilada hasta los niveles recomendados (6.3%), alcanzando simultáneamente una reducción de la dosis de insulina y/o de ADO. No se apreciaron variaciones en los niveles sanguíneos de ciclosporina o tacrolimus(127). Los pacientes incluidos tenían función renal normal o insuficiencia renal leve en la mayor parte de los casos. Su asociación permitiría reducir e incluso suspender la insulina con excelente control metabólico(128). Resultados similares se han comunicado con la asociación de insulina y pioglitazona en el único estudio publicado(129).

RECOMENDACIONES FINALES

1. Iniciar tratamiento con insulina en los casos de diabetes mellitus ¿de novo¿ postrasplante renal.

2. Una vez estabilizado el paciente intentar sustituir progresivamente la insulina por una tiazolindiona sin suspender previamente la insulinoterapia.

3. Asociar sulfonilureas a la tiazolindiona (preferiblemente gliburida o glicazida) si no es suficientemente efectiva.

4. No hay datos sobre uso en enfermos con aclaramiento inferior a 40 ml/min.

5. No hay datos sobre el uso de inhibidores de la alfaglucosidasa, metformina o metiglinidas.



ANTIDIABÉTICOS ORALES EN LA PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD RENAL

 

MECANISMOS PATOLÓGICOS DEL SÍNDROME METABOLICO EN EL RIÑON.

La insulina tiene una acción específica sobre el túbulo renal próximal aumentando la reabsorción de Na a este nivel. La consecuencia es un aumento del volumen circulante efectivo lo que induce un aumento de la presión arterial y consecuentemente de la presión intraglomerular. Generalmente la primera alteración detectable de la diabetes mellitus sobre el riñón es un aumento del filtrado glomerular(130). Cada glomérulo perdido aumenta el trabajo del riñón restante y acelera la destrucción final del órgano(131). Pero este no sería el único mecanismo que pueda producir este efecto

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