Es ampliamente reconocida la creciente importancia de la enfermedad renal crónica (ERC) como un grave problema de salud pública a nivel mundial1,2. Su elevada prevalencia, su impacto clínico y su enorme peso económico la han situado en el centro del debate sanitario internacional2,3. Frente a esta realidad, tanto organismos internacionales como sociedades científicas nacionales están promoviendo estrategias para mejorar su detección precoz, diagnóstico y manejo integral, incluso más allá del ámbito puramente nefrológico2,4. Este enfoque queda justificado por las sólidas evidencias de que es posible reducir de manera muy significativa no solo la progresión de la ERC sino también su morbimortalidad asociada, tanto renal como cardiovascular5.
A pesar de ello, diversos estudios han puesto de manifiesto que ni la detección ni el manejo inicial de la ERC son todavía óptimos. Algunos estudios han mostrado que el reconocimiento de la ERC mediante su codificación en las historias clínicas se asocia a una menor progresión de la ERC y a un mayor uso de terapias nefroprotectoras con evidencia demostrada6. Por ello la adecuada codificación de la ERC forma parte de una de las estrategias de prevención de la progresión renal. En este sentido, en el marco de nuestro plan de Mejora de la Asistencia Nefrológica (M.A.N.) en el Área Barcelonés Norte y Maresme (≈ 550.000 habitantes, 320.000 adultos mayores de 40 años), basado en el concepto ETC2 (Estadificar, Tratar, Codificar, Consultar) y estrechamente relacionado con los resultados del estudio REVEAL-CKD mencionado6, hemos identificado el uso mayoritario del código N18.9, equivalente a ERC no especificada, como el diagnóstico nefrológico más utilizado en las historias clínicas (tabla 1). Se trata de una situación no descrita que merece especial atención, al poder estar replicándose en otras regiones sanitarias y haber pasado inadvertida.
Aunque N18.9 representa un progreso sustancial al permitir evaluar la adecuación terapéutica nefrocardioprotectora (i.e. cuando se asocia N18.9 al bloqueo del sistema renina-angiotensina, inhibidores del cotransportador sodio-glucosa tipo 2, antagonistas no esteroideos del receptor mineralocorticoide, etc.), su alcance sigue siendo solo parcial. El diagnóstico de ERC no especificada (N 18.9), al no reflejar el estadio real de la enfermedad, limita la toma o el control ulterior de decisiones clínicas e impide una adecuada estratificación poblacional o individual (personalizada) más precisa del riesgo renal y vascular basada en el filtrado glomerular estimado (en algoritmos/herramientas predictivas tanto presentes como futuras)7. Además, compromete el seguimiento longitudinal del paciente, salvo que se disponga de un acceso fácil a los datos de laboratorio. Dicho acceso posibilita además la inclusión de la albuminuria, un biomarcador importante para optimizar, no solo el tratamiento, sino también mejorar la precisión en la estimación del riesgo de progresión renal y/o cardiovascular7.
Aun así, observamos con optimismo avances importantes, como el incremento en la solicitud de determinaciones de albuminuria (114.702, 168.931, 218.652 los años 2022, 2023 y 2024, respectivamente), un aumento de la identificación de casos previamente no diagnosticados (+8020 entre 2023 y enero 2025) y un incremento de la codificación de la ERC por estadios (tabla 2).
Distribución por códigos (CIE/ICD-10) de nuevos diagnósticos en distintos períodos en el Área Metropolitana Norte de Barcelona
Diagnóstico de ERC (N 18) | 2018-2022 | 2023-enero2025 |
---|---|---|
ERC Estadio G1 (N18.1) | 0,01% | 0,06% |
ERC Estadio G2 (N18.2) | 0,19% | 4,39% |
ERC Estadio G3 (N18.3) | 1,05% | 13,93% |
ERC Estadio G4 (N18.4) | 0,11% | 2,21% |
ERC Estadio G5 (N18.5) | 0,05% | 0,20% |
ERC Estadio G5D (N18.6) | 0,05% | 0,07% |
ERC no especificada (N18.9) | 98,53% | 79,09% |
ERC: enfermedad renal crónica.
Sin embargo, aunque la identificación de los factores de riesgo, el conocimiento de los criterios diagnósticos y la imprescindible codificación (cualquiera) de la ERC suponen pasos importantes hacia una atención más eficiente, es importante señalar que su prevalencia estaría aún infraestimada. Así lo evidencian los datos obtenidos directamente a partir de los laboratorios clínicos: 2 de cada 3 pacientes con ERC identificados por datos analíticos de laboratorio no tenían ninguna codificación diagnóstica8. Esta brecha entre la realidad clínica y el registro administrativo/codificación tiene consecuencias directas sobre la prevención y el abordaje terapéutico5,9. En este contexto, consideramos que aún existe un margen adicional de mejora en el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la ERC mediante la implicación activa de todos los actores del sistema sanitario. Esta participación no solo incluye a especialistas hospitalarios, especialistas de medicina familiar y comunitaria, enfermería y farmacia de primaria y hospitalaria (incluso comunitaria), sino que abarca también —de forma destacada— a los laboratorios clínicos y a los sistemas informáticos asociados10. Ambos pueden contribuir de forma muy significativa al posibilitar la generación automática de alertas, facilitar la codificación, ofrecer cálculos de riesgos más precisos y optimizar de forma individualizada los tratamientos, gracias al desarrollo de los necesarios sistemas de soporte a la toma de decisiones5,9,10. Además, la inteligencia artificial, mediante la aplicación de modelos predictivos, podría contribuir a identificar a los pacientes con mayor riesgo de progresión, detectar automáticamente pacientes con ERC, determinar su estadio e, incluso, reconocer tanto los casos de ERC oculta como aquellos bajo el potencial nuevo concepto de «pre-ERC»5.
FinanciaciónSin financiación.
Conflicto de interesesLos autores no tienen conflicto de intereses en relación con este tema.