La aparición y propagación de la enfermedad COVID-19 causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se ha convertido en un problema de salud global1. A pesar de las extensas medidas de contención desde su detección en Wuhan (China) a finales de diciembre del 2019, esta enfermedad ha avanzado a nivel mundial hasta llegar a ser declarada como pandemia por la OMS el 11 de marzo del 20202. El primer paciente registrado en España con COVID-19 se informó el 31 de enero del 2020 y de ahí en adelante los números de contagios han aumentado de forma exponencial a lo largo de todo el territorio español2.
Los pacientes en tratamiento renal sustitutivo (TRS) no han sido ajenos a esta situación, siendo un grupo de riesgo especialmente vulnerable3. Según los datos del registro COVID-19 de la SEN, podemos observar cómo el número de casos y la evolución de los pacientes infectados ha sido diferente según la técnica de TRS en cada grupo de población estudiado. En los servicios de Nefrología, y con los datos del registro nacional, hemos comprobado que los pacientes en hemodiálisis en centro representan el grupo mayormente afectado, con una mayor incidencia de infección y una mayor mortalidad, seguida de los pacientes trasplantados, siendo significativamente menor en aquellos pacientes en diálisis domiciliaria3,4. Según datos del registro COVID-19 de la SEN, se han reportado casos en el 5,7% de la población total en hemodiálisis en España, un 2,6% de los trasplantados renales y un 2,0% de los pacientes en diálisis peritoneal4. El registro americano no aporta cifras exactas hasta la fecha, indicando únicamente una tasa de hospitalización por COVID-19 entre 3 y 4 veces mayor en pacientes en hemodiálisis en comparación con los pacientes que realizaban diálisis peritoneal5.
Las medidas recomendadas para detener la propagación del virus, a la espera de un tratamiento eficaz o vacuna, se basan en higiene de manos, uso de mascarilla y el distanciamiento social (incluyendo la cuarentena); sin embargo, los pacientes en hemodiálisis en centro constituyen el grupo de pacientes en TRS que no pueden ser confinados por motivos de desplazamiento, al tener que acudir con regularidad al hospital/centro para poder realizar su tratamiento3, exponiéndose inevitablemente a posibles focos de contagio. Estos pacientes, además de ser inmunocomprometidos, en su mayoría añosos y con comorbilidades asociadas, deben compartir espacios comunes (salas de espera, vestuarios) y deben permanecer mucho tiempo y de forma frecuente en lugares cerrados, no solo durante las sesiones de hemodiálisis, sino durante los traslados, donde evitar el contacto cercano con los compañeros y el personal constituyen un problema logístico importante6-9. Como es evidente, a pesar de que se extremen las medidas de prevención y se sigan los protocolos establecidos por las sociedades científicas, representan un grupo de riesgo alto para la transmisión y contagio de la COVID-197-9. Por otro lado, los pacientes que han conseguido «refugiarse» en su domicilio y cumplir con las medidas de confinamiento poblacional, continuando con su tratamiento de diálisis sin necesidad de desplazamientos o compartir espacios comunes, han podido tener una protección y una exposición al virus similares a la población general, disminuyendo significativamente el riesgo de exposición y contagio.
La diálisis domiciliaria ofrece una gran variedad de beneficios tanto clínicos como de calidad de vida a nuestros pacientes, pero, además, en estos tiempos de pandemia, ha demostrado que proporciona un beneficio añadido de «seguridad y protección frente a riesgos de contagios». El hecho de poder realizar el tratamiento de diálisis en su domicilio evita que estos pacientes se expongan a situaciones de riesgo, sin disminuir la eficacia de la diálisis ni la cercanía con su equipo sanitario. Además, se disponen de herramientas tecnológicas como la telemedicina o la telemonitorización, que han contribuido a facilitar el seguimiento de los pacientes domiciliarios. Estas herramientas han sido de gran utilidad durante esta época de confinamiento para asegurar que nuestros pacientes hayan podido continuar siendo atendidos y en comunicación estrecha con su personal sanitario, teniendo en todo momento la posibilidad de mantener y ajustar con seguridad y calidad tanto el tratamiento como la prescripción de diálisis, a pesar de no acudir físicamente a su centro de referencia durante un tiempo largo.
En conclusión, nos gustaría hacer reflexionar sobre que, además de la evidencia científica que avala las ventajas de diálisis domiciliaria como una estrategia de tratamiento para la mejorar la supervivencia y calidad de vida de nuestros pacientes en diálisis9, durante este tiempo de pandemia, la diálisis domiciliaria ofrece un beneficio añadido: la posibilidad de «quedarse en casa» incluso estando en diálisis, como medida de prevención poblacional, evitando así riesgos de exposición y de transmisión de enfermedades como la COVID-19 y haciendo posible que nuestros pacientes en diálisis puedan continuar con su TRS de forma segura y eficaz.
Conflicto de interesesLos autores declaramos que no tenemos ningún conflicto de interés en esta publicación.