La hipertensión arterial participa de forma clara en la fisiopatología de la enfermedad renal crónica y por ello esta relación ha sido motivo de numerosos estudios. Sin embargo, no hay un consenso claro sobre los objetivos de control de la presión arterial en pacientes con enfermedad renal crónica. Tras varios años en los que se recomendaba un objetivo más estricto en pacientes diabéticos o con enfermedad renal crónica, en 2013 la mayoría de las guías redujeron el grado de exigencia de control tensional. Los resultados del estudio SPRINT han vuelto a reabrir el debate sobre la conveniencia de un objetivo de control de la presión arterial más estricto en pacientes con riesgo cardiovascular elevado. Varios estudios sobre el efecto del control intensivo en pacientes con enfermedad renal crónica y diversos metaanálisis han mostrado un beneficio adicional en la reducción del riesgo cardiovascular. El grado de control de la hipertensión arterial en pacientes con enfermedad renal crónica dista mucho de ser un problema resuelto. La decisión de los objetivos de control debe basarse en un abordaje individualizado que tenga en cuenta las características clínicas de cada paciente, así como los riesgos y beneficios del descenso de la presión arterial en el paciente con enfermedad renal crónica, para optar por la estrategia de control más adecuada.
INTRODUCCIÓN
La enfermedad renal crónica (ERC) afecta al 8-16 % de la población mundial1. La principal causa de mortalidad de estos pacientes es la enfermedad cardiovascular (ECV)2. Existe un elevado grado de solapamiento fisiopatológico y clínico entre la ERC y la ECV, con determinantes tan importantes como el aumento del estrés oxidativo, la anemia, la hipertensión o la diabetes.
La hipertensión arterial (HTA) participa de forma clara en la fisiopatología de la ERC, por ello esta relación ha sido motivo de numerosos estudios. Sin embargo, no hay un consenso claro sobre los objetivos de control de la presión arterial (PA) en pacientes con ERC3-5. Tras varios años en los que se recomendaba un objetivo más estricto en pacientes diabéticos o con ERC, en 2013 la mayoría de las guías para el manejo de la HTA abandonaron el concepto “cuanto más bajo sea el objetivo, mejor para el paciente”. De tal forma, las guías de la European Society of Hypertension y la European Society of Cardiology recomiendan un objetivo de control tensional de 140/90 mmHg para pacientes con ERC5. Asimismo, el Eighth Joint National Committee publicó en 2014 su recomendación de un objetivo de control de la PA < 150/90 mmHg en pacientes no diabéticos mayores de 60 años, y < 140/90 mmHg en diabéticos o pacientes con ERC4. Por su parte, las guías KDIGO (Kidney Disease Improving Global Outcomes) recomiendan un objetivo < 140/90 mmHg para pacientes con ERC, tanto diabéticos como no diabéticos, y sugieren un objetivo más estricto (< 130/80 mmHg) en pacientes con una excreción urinaria de albúmina > 30 mg/24 h o 30 mg/g3.
En este contexto, los resultados del estudio SPRINT (Systolic Blood Pressure Intervention Trial) han vuelto a reabrir el debate sobre la conveniencia de un objetivo de control de la PA más estricto en pacientes con riesgo CV elevado6.
CONTROL ESTRICTO DE LA PRESIÓN ARTERIAL EN PACIENTES CON ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA
Existe una relación entre la elevación de la PA y el grado de ERC. Wang et al evaluaron 1.282 pacientes con ERC y los clasificaron según sus valores de PA ambulatoria diurna y nocturna: 262 (20,4 %) presentaban hipertensión nocturna; 651 (50,8 %) hipertensión diurna y nocturna; 19 (1,5 %) hipertensión solo diurna, y 350 (27,3 %) eran normotensos. La prevalencia de hipertensión diurna y nocturna aumentaba según el grado de ERC desde el 21,45 % en los pacientes con ERC grado 1, a 79,68 % para los que presentaban una ERC grado 57.
En 1994, Klahr et al analizaron por primera vez el efecto del control estricto de la PA sobre la progresión de la ERC8. Se incluyeron 840 pacientes y se asignaron a dos pautas de restricción proteica diferentes y a control estricto o estándar de la PA. En los 4 primeros meses de seguimiento se observó una reducción del filtrado glomerular (FG) más marcada en los pacientes incluidos en el grupo de control estricto en comparación con el grupo estándar (3,4 frente a 1,9 ml/min; p = 0,010). Sin embargo, desde el cuarto mes de seguimiento hasta los 3 años de seguimiento, esta tendencia se invierte y el FG desciende más lentamente en los pacientes del grupo de control estricto (2,8 frente a 3,9 ml/min; p = 0,006). Aunque, en conjunto, las diferencias no fueron significativas en los cambios de la función renal a los 3 años (10,7 frente a 12,3 ml/min), también se observó en los pacientes con una excreción urinaria de proteínas > 1 g/24 h que el ritmo de progresión de la ERC era más lento en comparación con los que tenían una proteinuria < 1 g/24 h.
En 2015 se publicó un análisis sobre la evolución de la enfermedad renal y la morbimortalidad de los pacientes incluidos en el estudio de Klahr et al9. Tras un tiempo medio de seguimiento de 19,3 años, los pacientes incluidos en el grupo de control estricto presentaban una disminución del riesgo de mortalidad del 18 %, independientemente de la evolución de su función renal. Más aún, entre los pacientes que habían iniciado algún programa de tratamiento sustitutivo renal, el riesgo de mortalidad era un 28 % menor en los que estuvieron incluidos en el grupo de control estricto. Asimismo, en estos pacientes, la tasa de complicaciones CV como insuficiencia cardíaca congestiva o enfermedad coronaria era significativamente menor (el 5,3 frente al 13,1 %, p = 0,02, y el 8,2 frente al 19,0 %, p = 0,004, respectivamente). Estos resultados refuerzan la idea de que son necesarios estudios con un período de seguimiento suficientemente prolongado para detectar diferencias significativas en la progresión de la lesión renal como resultado de una estrategia de control más estricto de la PA.
Otro estudio que analizó el efecto de un objetivo intensivo de control tensional en pacientes con ERC fue el AASK (African- American Study of Kidney Disease and Hypertension), que incluyó un total de 1.094 pacientes de raza negra con ERC10. El estudio se dividió en dos fases: la primera, en la que se distribuyó aleatoriamente a los pacientes en dos grupos, uno con un objetivo intensivo de control tensional (< 130/80 mmHg) y otro de control estándar (< 140/90 mmHg). Durante esta primera fase, también se distribuyeron los pacientes de forma aleatoria en tres grupos de tratamiento antihipertensivo, basado en ramipril, metoprolol o amlodipino. En la segunda fase se realizó seguimiento en abierto y todos los pacientes recibieron ramipril. La variable principal del estudio fue la progresión de la ERC, definida como una duplicación de la creatinina plasmática, el inicio de tratamiento sustitutivo renal o el fallecimiento. Se realizó un seguimiento de entre 8,8 y 12,2 años. Durante la primera fase, la media de PA fue de 130/78 mmHg en el grupo intensivo y de 141/86 mmHg en el grupo de control estándar; en la segunda fase, los promedios fueron 131/78 y 134/78 mmHg, respectivamente. No se encontraron diferencias en el riesgo de la variable principal (hazard ratio [HR]: 0,91; p = 0,27). Sin embargo, los efectos del control tensional fueron diferentes en función del nivel de proteinuria al inicio del seguimiento, con un beneficio potencial en pacientes con un cociente proteinuria/creatininuria > 300 mg/g.
Los pacientes incluidos en el grupo de control intensivo mostraron una menor incidencia de la variable principal (HR en el grupo de control intensivo: 0,73; intervalo de confianza [IC] del 95 %, 0,58-0,93; p = 0,01).
ESTUDIO SPRINT
El estudio SPRINT evaluó el efecto que podría tener sobre el riesgo de enfermedad CV un objetivo de control de PA sistólica (PAS) < 120 mmHg en comparación con un control estándar de PAS < 140 mmHg11. Entre 2010 y 2013 se incluyeron 9.361 sujetos mayores de 50 años con PAS entre 130-180 mmHg y con un riesgo elevado de ECV. Se excluyeron los sujetos con diabetes, historia de enfermedad cerebrovascular y aquellos con un FG < 20 ml/min/1,73 m2 o con proteinuria > 1 g/24 h.
En septiembre de 2015 se anunció la finalización anticipada del estudio, ya que se observaba una reducción del riesgo relativo del 30 % de complicaciones CV y del 25 % de la mortalidad en el grupo de pacientes incluidos en el grupo con el objetivo de control de PAS < 120 mmHg, en comparación con el grupo control6.
El estudio SPRINT ha mostrado un efecto beneficioso en el grupo de pacientes con el objetivo estricto de PA, tanto en su variable principal como en la mortalidad de cualquier causa, y este efecto se observó también en el análisis por subgrupos, incluyendo la presencia o ausencia de ERC, la edad, el sexo, la raza, la presencia de ECV previa o la PAS basal6. Entre los pacientes con ERC al inicio del estudio, no se detectaron diferencias en variables renales como una reducción del 50 % del FG basal o el inicio de tratamiento sustitutivo renal. Entre los pacientes sin enfermedad renal al inicio, el porcentaje de pacientes que vio reducido su FG más de un 30 % o que descendió por debajo de 60 ml/min/1,73m2 fue superior en el grupo de tratamiento estricto. Estos datos son concordantes con lo observado en otros estudios sobre función renal, en los que el corto período de seguimiento no favorece detectar diferencias en el pronóstico renal, pero sí se evidencia un descenso más llamativo de la función renal en las etapas tempranas del seguimiento.
Además, el concepto de asignar un único objetivo de control tensional en pacientes con ERC puede constituir una simplificación excesiva ante un problema terapéutico en pacientes con características muy diferentes12, tanto en edad como en comorbilidades. El estudio SPRINT se diseñó de forma específica para incluir más de 2.600 sujetos con una edad ≥ 75 años. Aunque su diseño no incluía un análisis de la fragilidad de los pacientes incluidos, se recogieron datos relevantes como tests neuropsicológicos de función cognitiva o la velocidad de la marcha. Recientemente, Pajewski et al13 desarrollaron un índice de fragilidad aplicado a los pacientes incluidos en el estudio SPRINT para evaluar su grado de fragilidad y el efecto sobre su actividad diaria. Dicho índice incorpora información sobre la función cognitiva global, el estado de salud, los síntomas de depresión, varios parámetros bioquímicos, las medidas de PA y los antecedentes médicos. También se disponía de la velocidad de la marcha en pacientes mayores de 75 años.
Según dicho índice, se clasificó a 1.747 (18,8 %) como pacientes con buen estado general, 4.999 (53,7 %) con un estado general no tan bueno y 2.560 (27,5 %) como pacientes frágiles. Los pacientes con buen estado general presentaban una edad menor y con más frecuencia eran varones, de raza blanca, con mayor nivel educativo, consumidores de alcohol y con un menor consumo de fármacos antihipertensivos. Tras un período medio de 3 años de seguimiento se aprecia una clara estratificación en función del grado de fragilidad en la aparición de caídas reportadas por el paciente, caídas graves e ingresos hospitalarios. Asimismo, este estudio muestra que el índice de fragilidad de los pacientes del estudio SPRINT de más de 80 años (n = 1.159) es muy similar al de los pacientes del estudio HYVET (Hypertension in the Very Elderly Trial)14. El estudio HYVET se caracterizó por incluir pacientes de edad avanzada, pero con buen estado general, lo que podría favorecer una mejor tolerancia a cifras tensionales más bajas. La presencia de un grado similar de fragilidad en el estudio SPRINT puede haber contribuido en sus resultados.
CONTROL ESTRICTO FRENTE A CONTROL ESTÁNDAR DE LA PRESIÓN ARTERIAL
En 2013 se publicó un metaanálisis de todos los estudios aleatorizados que evaluaban el efecto de diferentes objetivos de control tensional en pacientes con ERC sobre la progresión de su enfermedad renal y CV15. En total se incluyeron datos de 11 estudios, lo que suponía un total de 9.287 pacientes y 1.264 eventos renales, definidos como duplicación de la creatinina plasmática basal, reducción del 50 % del FG o inicio de tratamiento sustitutivo renal. En comparación con los pacientes asignados a un objetivo de control estándar, aquellos con un objetivo de control más estricto mostraban una reducción del riesgo de la variable principal (HR: 0,82; IC del 95 %, 0,68-0,98) y del inicio de tratamiento sustitutivo (HR: 0,79; IC del 95 %, 0,67-0,93). El análisis por subgrupos mostraba diferencias significativas en función de la proteinuria basal. En presencia de proteinuria, los pacientes sometidos a control estricto mostraban una reducción del riesgo de progresión de su ERC (HR: 0,73; IC del 95 %, 0,62-0,86), pero este efecto no se observaba en pacientes sin proteinuria basal (HR: 1,12; IC del 95 %, 0,67-1,87).
Mas recientemente, Thomopoulos et al16 han publicado otro metaanálisis que incluye todos los estudios realizados entre 1966 y 2015, concretamente 16 estudios que comparan un objetivo de control tensional más intensivo frente a otro estándar, con un total de 52.235 pacientes. Entre estos estudios se incluyen los que analizan pacientes con ERC previamente citados, como el estudio MDRD o AASK, y también se incluye el estudio SPRINT y otros similares con pacientes hipertensos de alto riesgo CV16. En el grupo de control intensivo se observó una reducción significativa del riesgo relativo de ictus (0,71; IC del 95 %, 0,60-0,84), complicaciones coronarias (0,80; IC del 95 %, 0,68-0,95), complicaciones CV mayores (0,75; IC del 95 %, 0,68-0,85) y mortalidad CV (0,79; IC del 95 %, 0,63-0,97), pero no de insuficiencia cardíaca o de mortalidad por cualquier causa. Cuando se estratifica a los pacientes según su riesgo CV, la reducción del riesgo relativo es similar en los diferentes estratos, pero la reducción del riesgo absoluto aumentó de forma directa con el riesgo. Por el contrario, al estratificar según tres diferentes objetivos de control de PAS (< 150, < 140 y < 130 mmHg), la reducción del riesgo relativo también es similar, pero la reducción del riesgo absoluto de la mayoría de las variables disminuye en los estratos más bajos.
CONCLUSIONES
Las recomendaciones de la Sociedad Española de Nefrología destacan que el control adecuado de la PA constituye la base de la prevención CV, renal y global en el paciente con ERC. En la misma línea que las guías KDIGO3, se recomienda que el objetivo de control sea una PA < 140/90 mmHg en pacientes con cociente albúmina/creatinina < 30 mg/g, sean o no diabéticos (GR 1B), y una PA < 130/80 mmHg en pacientes con cociente albúmina/creatinina ≥ 30 mg/g, tanto en no diabéticos como en diabéticos (GR 2D). El objetivo previo de una PA < 130/80 mmHg para todos los pacientes con ERC, con independencia del valor de albuminuria o proteinuria, era una recomendación basada sobre todo en datos observacionales17.
Los resultados del estudio SPRINT han reabierto un debate sobre los efectos beneficiosos de una reducción más estricta de las cifras tensionales, aunque debe recordarse que el estudio SPRINT es un estudio sobre pronóstico CV, pero no sobre progresión de ERC18. En dicho estudio se comparan los efectos de una estrategia de control tensional basada en un objetivo estándar frente a otro más estricto en pacientes con enfermedad CV previa o alto riesgo de presentarla, incluyendo pacientes de edad avanzada o ERC leve-moderada, pero que excluyó a pacientes con ERC avanzada o con proteinuria > 1 g/24 h.
Por otra parte, es importante resaltar la diferencia que existe entre el objetivo de control tensional planteado en los diferentes estudios y los valores de PA obtenidos al final del seguimiento de dichos estudios. El metaanálisis de Thomopoulos et al, sobre los estudios dirigidos a analizar un objetivo de control estricto frente a otro más conservador, muestra esa diferencia16. Muchos estudios alcanzan una PA al final del estudio que no llega al objetivo estricto, pero esto no impide que los pacientes incluidos en dicha rama de control se beneficien de un mejor pronóstico CV. Por el contrario, algunas evidencias recientes sugieren que la aplicación generalizada de objetivos menos exigentes podría aumentar la inercia terapéutica, que se manifiesta en una disminución en la prescripción de terapias combinadas en favor de la monoterapia, lo que puede reducir la tasa de pacientes controlados19.
El grado de control de la HTA en pacientes con ERC dista mucho de ser un problema resuelto. Según datos del Registro Español de Monitorización Ambulatoria de PA, en pacientes con ERC un 21,7 % muestra cifras de PA clínica < 140/90 mmHg y solo un 8,1 % muestra una PA clínica < 130/80 mmHg20. Por tanto, la decisión de los objetivos de control debe basarse en un abordaje individualizado que tenga en cuenta las características clínicas de cada paciente, así como los riesgos y beneficios del descenso de PA en el paciente con ERC para optar por la estrategia de control más adecuada21. Los pacientes con ERC o pacientes de elevado riesgo CV con un grado bajo de fragilidad, similares a los pacientes del SPRINT, pueden beneficiarse de un objetivo de control tensional más estricto. Por el contrario, los pacientes con mayor grado de fragilidad precisarán un abordaje más conservador.
Conflictos de interés
El autor declara que ha recibido honorarios como ponente o asesor de AstraZeneca, Chiesi, Daiichi-Sankyo, Esteve, Medtronic, Menarini, MSD, Pfizer y Servier.
Correspondencia: Julián Segura
Unidad de Hipertensión Arterial. Servicio de Nefrología.
Hospital Universitario 12 de Octubre.
Centro de Actividad Ambulatoria, planta 1.ª, bloque A.
Avda. de Córdoba, s/n.
28041 Madrid.
hta@juliansegura.com