Pocos días antes de la XL Reunión de la Sociedad Española de Nefrología de Granada (octubre de 2010) nos llegó la triste noticia del fallecimiento de uno de los nefrólogos españoles con mayor reconocimiento internacional.
En la sesión inaugural se elogió su figura y se lamentó su pérdida. En el Simposio sobre «Tubulopatías que progresan hacia una enfermedad renal crónica en la edad adulta» se guardó un minuto de silencio en su memoria.
Juan Rodríguez Soriano nació en Barcelona, donde completó su Licenciatura y Doctorado en Medicina con las máximas calificaciones. Después de dos estancias provechosas en el extranjero, la primera en París, en el Hôpital des Enfants Malades en el Servicio del Profesor Pierre Royer y después en el Albert Einstein de Nueva York con el Profesor Edelmann, a finales de los años sesenta, regresó a Barcelona y fue Jefe Clínico en el Hospital infantil Vall d'Hebron durante 3 años. En 1970 se hizo cargo del Departamento de Pediatría en el Hospital de Cruces donde trabajó como Catedrático de Pediatría de la Universidad del País Vasco hasta su jubilación en el año 2003.
Después de jubilado se mantuvo activo y siguió publicando y participando en reuniones científicas.
Casado con una compañera de profesión, radióloga infantil, la Doctora María Jesús Vita, tuvo 3 hijos y sus últimos años se vieron alegrados por la presencia de 2 nietos.
Es difícil destacar una cualidad entre las muchas que adornaban a Juan Rodríguez Soriano. Su gran talento le permitía abordar con originalidad cualquier problema médico, tanto a la cabecera del enfermo como en el laboratorio experimental. Tenía una tremenda capacidad de trabajo y su facilidad para comunicar hacía que sus presentaciones, incluso de los temas más complejos, fueran claras y fáciles de seguir por cualquier auditorio. Gran docente, además de su labor en la enseñanza de pregraduados, ha contribuido a la formación de más de 300s especialistas en pediatría y ha dejado una impronta indeleble a través de su escuela en la nefrología pediátrica española.
Dotado de una simpatía arrolladora, matizada de una fina ironía, su compañía era un regalo para los que tuvimos la suerte de contarnos entre sus amigos.
Ocupó puestos de responsabilidad en Sociedades de pediatría europeas y nacionales. Fue miembro de numerosas Sociedades científicas, y, como personalmente cuenta en una publicación reciente sobre la nefrología pediátrica: «En pocas circunstancias se da el hecho remarcable de que una historia personal se identifique tanto con el nacimiento y desarrollo de una disciplina medica». Para muchos nefrólogos españoles la especialidad, en su vertiente infantil, está ligada de modo indisoluble a Juan Rodríguez Soriano.
Durante su estancia en el Albert Einstein en Nueva York describió por primera vez la «acidosis tubular renal proximal», su contribución internacionalmente más conocida aunque, posiblemente, no sea la más importante.
Autor de más de 300 publicaciones científicas, las más en revistas de elevado nivel de impacto, era autor obligado en los textos de nefrología tanto pediátricos como generales en el ámbito de las tubulopatías.
Vivía la medicina con pasión. Basta recordar con sus propias palabras su primera salida a un hospital extranjero. Al tiempo, esas palabras son un símbolo para nuestro país de que la nefrología de adultos y la pediátrica deber estar hermanadas: «Recuerdo nítidamente mi llegada a París en los primeros días de octubre de 1959 y el contacto con mi primer enfermo, afecto de síndrome hemolítico-urémico. En el cercano HôpitalNecker, en el Servicio del Prof. Jean Hamburger, estaba naciendo la nefrología como especialidad diferenciada de la medicina interna y los intercambios entre ambos hospitales eran continuos. Las sesiones conjuntas de correlación anatomopatológica, dirigidas por la Dra. Renée Habib, persisten imborrables en mi memoria. De las discusión de las biopsias renales de cientos de enfermos, niños y adultos, surgieron nuevos síndromes, hoy día universalmente reconocidos: la microangiopatía trombótica (base anatomopatológica del síndrome hemolítico-urémico), la esclerosis segmentaria y focal, la esclerosis mesangial difusa, la glomerulonefritis membranoproliferativa, la hipoplasia oligomeganefrónica, la hipoplasia segmentaria, etc. Recuerdo que el Prof. Hamburger era especialmente escéptico en la aceptación de estos nuevos síndromes nefrológicos infantiles, lo que obligaba a Pierre Royer y a Renée Habib a extremar los argumentos, sesión tras sesión, para conseguir convencerle de su identidad clínica. ¡Qué privilegio haber asistido durante tres años a aquellas discusiones entre maestros de la Medicina!... En aquellas grises tardes invernales de París, encerrado en el laboratorio que dirigía Henri Lestradet, aprendí que la nefrología, además de en la anatomía patológica, debía también sustentarse en una segunda columna: la bioquímica. El desarrollo de técnicas de estudio del equilibrio ácido-básico me permitieron poco tiempo después, ya en Estados Unidos, describir un nuevo tipo de acidosis tubular renal».
Para el segundo de los autores de esta nota, la pérdida de Juan supone no sólo la perdida de un amigo muy admirado y muy querido sino también la falta de aquel a quien siempre consideró su alter ego en la vertiente pediátrica de la nefrología española y, al terminar estas líneas, siente la angustia de no haber sido capaz de reflejar en las mismas la importancia de la obra de Juan Rodríguez Soriano y, sobre todo, no haber dejado suficientemente claros la admiración y el afecto que la persona, siempre por encima de sus circunstancias, le producía. Para el primero de los autores, la pérdida de Juan supone la pérdida de su maestro y, en cierto modo, una segunda orfandad.
Figura 1. Professor Dr Juan Rodríguez Soriano (1933-2010)