A lo largo de la existencia del ser humano, la tarea de cuidar ha sido responsabilidad de la mujer; fuera del núcleo familiar, las primeras mujeres cuidadoras fueron las chamanes. Sin embargo, la historia no refleja con fidelidad este papel, dado que los textos médicos fueron escritos en su mayoría por hombres. Metrodora (c. 200-400), cuya identidad se desconoce más allá de su nombre, fue una médica griega autora del texto médico más antiguo conocido escrito por una mujer, Sobre las enfermedades y los cuidados de las mujeres, que aportó contribuciones decisivas en la etiología y la sintomatología de las enfermedades y fue ampliamente referenciado por otros escritores de medicina en las antiguas Grecia y Roma, y también en la Europa medieval1.
A pesar de estos antecedentes, cuando la medicina pasó a ser una ciencia universitaria, la mujer fue excluida, y no fue hasta finales del siglo xix cuando se obtuvieron, de forma muy puntual y con gran revuelo, los primeros títulos femeninos de licenciatura en Medicina. La primera en conseguirlo fue Elizabeth Blackwell, de origen británico, en la Universidad de Ginebra de Nueva York en 1849. En 1864, la afroamericana Rebecca Lee Crumpler se licenció en la Universidad de Boston. Casi 20 años después, en 1882, lo logró en España la catalana Elena Maseras, aunque finalmente acabó dedicándose a la enseñanza por impedimentos burocráticos para ejercer la medicina. También en esa época surgían tituladas en genética, fisiología e histología, pero no sería hasta mediados del siglo xx cuando salieron a la luz los frutos de la llegada de la mujer a la investigación2. En este sentido, destaca Rosalyn Yalow, física médica y ganadora del premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1977 por desarrollar el radioinmunoanálisis.
La Nefrología es una especialidad joven, formalmente no reconocida hasta 1969 y de forma independiente hasta 1977, por lo que las publicaciones específicas en este campo son más tardías que las de otras especialidades. En su artículo «Historia de la Nefrología», el Dr. Julio Botella decía: «Todavía no existía la palabra nefrología, pero había una explosión de nuevos conocimientos en el área del riñón; el mundo se había llenado de nefrófilos»3 o, como bien explicaba el Dr. Luis Hernando: «Hasta 1950, la mayor parte de la historia se refiere a la fisiología renal, a la histología y a la radiografía renal. Después se produce un incremento progresivo de avances científicos y tecnológicos que consiguen la prolongación de la vida de muchos enfermos renales y que constituyen ya el contenido real de la historia de la Nefrología»4.
Las aportaciones realizadas por muchas mujeres americanas en fisiología renal entre 1918 y 1960 no fueron reconocidas hasta 1999: Marian Minor Crane, Anna Josephine Eisenman, Pauline Merritt Hald, Lois L. MacKay, Garce Medes, Gladys Cameron, Alma Elizabeth Hiller, Phyllis Adele Bott, Murial Combes MacDowell y Margaret Mylle5.
A nivel internacional, en un intento de resaltar la labor de la mujer en el ámbito científico, la International Society of Nephrology (ISN) quiso rendir homenaje a mujeres que han colaborado estrechamente en el desarrollo de la especialidad6:
- –
Dra. Josephine Briggs, responsable de investigación del Instituto Nacional de Salud de EE. UU. en la década de los 90 en el campo del sistema renina-angiotensina, nefropatía diabética, presión arterial y efecto antioxidante renal.
- –
Dra. Rene Habib (Francia), pionera de la nefropatología en Europa. Trabajó con los fundadores de la ISN para establecer la neurología como especialidad.
- –
Dra. Vidya N Acharya, primera nefróloga en India alentando el estudio de las enfermedades renales, dedicando sus investigaciones a las infecciones urinarias y dirigiendo un servicio de Nefrología en Bombai.
- –
Dra. Hai Yan Wang, jefa del servicio y profesora de Nefrología del Primer Hospital Universitario de Pekín desde 1983, presidenta de la Sociedad China de Nefrología y editora de revistas nefrológicas chinas e internacionales.
- –
Dra. Mona Alrukhaimi, copresidente de la ISN y líder del grupo de trabajo en las KDIGO en Oriente Medio, así como participante en la Declaración de Turismo de Trasplantes y Tráfico de Órganos de Estambul.
- –
Dra. Saraladevi Naicker: creó el primer programa de formación de nefrólogos en África y la Unidad de Trasplante Renal del Eddington Hospital.
- –
Dra. Batya Kristal, primera mujer que dirigió un servicio de Nefrología en Israel y fundadora de la National Kidney Foundation israelí. Dirige sus investigaciones actuales en el campo del estrés oxidativo y la inflamación.
- –
Dra. Priscilla Kincaid-Smith, jefa de Nefrología del Hospital de Melbourne, donde impulsó la relación entre hipertensión y riñón y la nefropatía por analgésicos. Primera y única presidenta de la ISN. Empoderó a muchas otras mujeres, entre ellas la nefróloga Judy Whitworth, presidenta del comité de la Organización Mundial de la Salud.
En los inicios de la Nefrología española, la mujer como nefróloga no aparece hasta finales de los años 70, y en una ratio muy inferior al del hombre, casi 20:1. Entre las mujeres merecedoras de mención que, como decía Luis Hernando «Hay que no olvidar»4, destacan:
- –
Dra. M. Teresa D́Ocón Asensi, primera jefa del Servicio de Nefrología del Hospital San Carlos de Madrid desde su creación en 1962, diseñadora de prótesis conservadora del trayecto del catéter peritoneal basado en las bujías urológicas. Fue la única mujer integrante de la Junta Directiva de la SEN desde su formación en 1964 hasta 1976. La mujer no volvería a tener representación en la dirección de nuestra sociedad nacional hasta 1987, con la figura de la Dra. M. Dolores Jarillo Ibáñez (1987-1993), con un nuevo vacío femenino hasta entrado el nuevo milenio.
- –
Dra. María Teresa González, creadora de la primera consulta de nefrología y diabetes en el Hospital de Bellvitge, en 1978.
- –
Dra. Dolores Prats, que impulsó la diálisis peritoneal y los estudios sobre permeabilidad y duración de la membrana peritoneal desde el Hospital Clínico de Madrid. Siguió a su predecesora en la jefatura de servicio, tras el fallecimiento de esta en 1981.
- –
Dra. Ana Gonzalo Fondona, que realizó los primeros estudios sobre actividad del complemento en glomerulopatías desde el Hospital de Bellvitge.
Dos mujeres tuvieron también una importante presencia en estos inicios: Isabel Entero, creadora de la Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo, fundadora de ALCER en 1976 y participante en la Ley de Trasplantes de 1979, y la Dra. Blanca Miranda, que desde 1982 sustituyó a Isabel Entero como directora de la Fundación, formó parte del comité de redacción de la revista Nefrología desde 1995 y fue coordinadora de la Organización Nacional de Trasplantes entre 1996 y 2004.
La revista Nefrología, que fue creada en 1981 por el Dr. Luis Hernando, no incorporó mujeres en el comité editorial hasta 1989: las Dras. Nieves Gallego, Emma Huarte y Dolores Jarillo, de un total de 35 participantes.
Sin embargo, en la historia de la Nefrología española, antes de la aparición de las primeras nefrólogas, la mujer estaba representada por la enfermería, fundamental en la apertura y el funcionamiento de las unidades de diálisis por todo el territorio nacional en la década de 1960 a 1980. En 1976 se asociaron formalmente, fundando la Sociedad Española de Enfermería Nefrológica (SEDEN), que organizó su primera reunión en Torremolinos en 1978. La junta directiva estaba formada enteramente por mujeres: la presidente, Alejandrina Lorenzo Ruiz (Madrid); la vicepresidente, Rosa Lavari Astiz (Bilbao); la secretaria, Josefina Puig Colomé (Barcelona), y la tesorera, Montserrat Serasols (Málaga)7. Desde sus inicios constituyeron el Boletín informativo de la Sociedad Española de ATS de Nefrología (BISEAN), de aparición trimestral, cuyo comité editorial también estaba formado en su totalidad por mujeres: Josefina Andujar, Carmen Navarro, África Rodríguez, Josefina Ruiz, Paloma del Olmo y Sagrario Guerra. Este boletín ha ido evolucionando hasta la actual Revista Española de Enfermería Nefrológica8,9.
Actualmente, la mujer tiene una presencia creciente en el colectivo médico y en la especialidad, tanto internacionalmente como en nuestro país, y ha pasado de un 34,5% en 1996 a un 43,6% en 200710. Esta presencia se refleja en el número de asociados en la SEN, plantillas hospitalarias y tesis doctorales, donde ya alcanza, al menos, la mitad de las plantillas. No obstante, su participación en la actividad investigadora, docente y, sobre todo, gestora continúa siendo inferior, sin haber conseguido equipararse al género masculino.
En investigación, las mujeres representan el 34% en investigación básica o experimental en nefrología y el 22% en clínica11. Esta falta de dedicación a investigación clínica de la mujer, según Pilar Arrizabalaga, nefróloga de las primeras generaciones y autora de varias publicaciones en esta área, es consecuencia de factores derivados de los diferentes roles sociales entre hombres y mujeres, el peso de la mujer en el ámbito familiar y a la mayor dificultad para conciliar la vida personal y la nefrología académica12,13, y no solo a las dificultades que la propia maternidad genera en la mujer14. Conciliar ambas facetas requiere todavía muchas mejoras de concienciación y práctica en las administraciones hospitalarias, universitarias, gubernamentales y dentro de la propia sociedad. Los hombres suelen ocupar puestos de liderazgo13. Es cierto que estamos presenciando una positiva evolución social en este tema y ya en 2014 apareció la primera mujer presidente de la SEN, M. Dolores del Pino.
El Dr. Alfonso Palma ha sido testigo de la evolución de la especialidad y el papel cada vez mayor de la mujer en ella: «Cuando venían los estudiantes después de hacer el examen MIR a preguntarme sobre la especialidad, los hombres siempre me preguntaban si se ganaba dinero con la nefrología, pero las mujeres no preguntaban nunca eso, se interesaban mucho por el paciente. La nefrología es una especialidad peculiar porque requiere mucho esfuerzo, mucha dedicación, mucho estudio, mucho trabajo… y no da mucho dinero. Los enfermos renales te consumen, se te mueren, te dejan una huella muy grande y eso es algo que mucha gente no soporta, pero la mujer sí».
Sería harto difícil reunir a todas y cada una de las protagonistas de esta historia que prosigue en el presente, en el que cada vez hay más mujeres admirables que son oídas, constituyendo una lista, tanto nacional como internacional, larguísima, y no haríamos honor a todas nombrándolas. En Nefrología, solo por nombrar a algunas sobresalientes, convendría destacar a: Agnes Fogo y Vivette D’Ágati (nefropatología), Gabriela Moroni y Liz Lightstone (lupus), Sharon Moe y Teresa Adragao (calcificación vascular), etc.
Este texto no concluye. Son muchas las mujeres que han conseguido mejorar la calidad y la esperanza de vida de los pacientes renales, disponiendo de nuevas técnicas diagnósticas y terapéuticas, enfrentándose a gestiones difíciles y alentando al paciente renal en su día a día, aunque pasen a la historia solo en el recuerdo y no sobre el papel. De ahí la importancia de relatar la historia desde todas sus fuentes, ya que solo nuestros actos llenos de igualdad repercutirán en una justa implicación de la mujer en la clínica y la investigación.
Agradecimientos a la Dra. Blanca Ramos, por contar historias de la Nefrología española y enseñar las bases de dicha Nefrología; al Dr. Álvaro Torres Rueda, por impulsar la idea de este escrito, y al Dr. Fernando Álvarez-Ude, por su mirada siempre amplia e innovadora.